Fuego amigo

El aborto de los inocentes

El día de los Santos Inocentes, además de una jornada habilitada para la broma como decíamos ayer, ha sido elegido por los grupos ultra cristianos y antiabortistas como bandera de su protesta contra las leyes que permiten el aborto y las clínicas que los llevan a cabo. Para los fundamentalistas un embrión no es un conjunto de células en pleno desarrollo sino el portador de un alma. Por lo visto, en el instante de la concepción, dios asigna un alma al resultado de cada polvo exitoso. Si yo fuese creyente creo que no soportaría la idea de pensar que mientras estoy follando tengo a todo un dios pegado al cogote a la espera de colocarle un almita al proyecto de ser humano resultante de mi revolcón. Me imagino la escena de mi mejor y más listo espermatozoide llegando el primero a la meta del óvulo de mi compañera, y allí, esperándole muy serio, el dios que va a premiarle por la hazaña, como quien le cuelga la medalla de oro al ganador. "Toma, te has ganado un almita".

En el imaginario fundamentalista, los embriones ya son personas, es decir, proyectos trascendentales que ya no pertenecen ni al padre ni a la madre, sino a dios. Y el aborto, por lo tanto, es una matanza de inocentes, como la ordenada por Herodes Antipas. Es una de las banderas favoritas de la ultra derecha que, como en los Estados Unidos, no duda en asesinar a los médicos que practican abortos, por asesinos. Para celebrar "su" día, ayer uno de estos grupos de talibanes españoles atacó una clínica de Madrid que previamente había sido señalada como objetivo por una de las publicaciones nazis de este país, la revista Época.

El aborto, como el divorcio, es un mal menor que nadie desea. Pero las sociedades avanzadas aceptan la existencia y legalización de ambos como la solución de un mal que podría devenir en tragedia. Ya es legendaria la anécdota de que, hasta su legalización, en España sólo podían abortar con garantías las mujeres de alto poder adquisitivo, pagándose viaje, estancia y tratamiento en clínicas extranjeras, sobre todo del Reino Unido. El resto, se jugaban la vida en centros clandestinos o en las sucias camas de curanderas.

Pero el debate no se agota ahí. Incluso entre no creyentes la discusión se centra en el aspecto científico, en la definición de cuándo un feto es un proyecto tan sólo, que se puede eliminar sin causarle dolor pues no están formadas todavía sus terminaciones nerviosas, o cuándo su muerte puede encuadrarse en el asesinato con el agravante de tortura. Tengo amigos "desalmados", que no creen en el alma, a los que les repugna la idea del aborto, aún en los primeros estadios de formación del feto. Yo mismo debo reconocer que en este sentido pienso más con las tripas que con la cabeza, se me forma un nudo en el estómago cuando pienso en la idea del aborto, cuando intento visualizar su imagen, un sentimiento que, lo confieso, me desconcierta porque la razón y el corazón en este caso no caminan a la par.

Me gustaría saber si alguno de vosotros sufre esta misma dualidad de sentimientos o si, por el contrario, forma parte únicamente de mi colección privada de contradicciones.

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