Fuego amigo

Normas de etiquetado político

A menudo hemos discutido aquí sobre lo útil, aunque a veces impreciso, de las etiquetas políticas, capaces de situar (posicionar, dicen los redichos) al adversario en una corriente determinada, de fácil comprensión y consumo por parte de la mayoría de los oyentes. Para mi madre, por ejemplo, un "rojo" era la viva encarnación del mal, y en su caso la definición no precisaba de más aditivos ni adjetivos, como la existencia de dios (ella decía Dios). Un análisis tan elemental que para ella ser "muy piadoso" era sinónimo de buena persona, aunque se tratase de un asesino sacamantecas.

Por regla general estas etiquetas las utilizamos para los demás, como en los comercios, para que piten hirientemente cada vez que las pasamos por el arco de seguridad de nuestras convicciones. Algunas, a fuerza de haberse difuminado su etimología, son más una alabanza que un reproche, aunque quien nos pega la etiqueta piense que nos está atacando. Ocurre con la etiqueta de progre, o sea, progresista, con lo que eso conlleva de conceptos como progreso, búsqueda, etc. si bien en la boca de quien la endosa suene a... a... bueno nunca supe a qué suena en sus bocas, pero a ellos les debe sonar horrible, como a mi madre. Con la etiqueta conservador, generalmente expresada como "profundamente conservador", quien la lanza se refiere a un conservador de privilegios, aunque quien la recibe la toma como conservador de la tradición, la moral y las buenas costumbres.

Quizá la de más difícil definición sea la más utilizada, la etiqueta de "facha", que en su primera acepción castellana, importada de la voz italiana faccia (cara) pasó a significar apariencia ("Aznar tiene muy buena facha con ese nuevo peinado") y derivó en fascista por la también italiana fascio que dio nombre al fascismo, el movimiento político de Mussolini ("Aznar es un fascista con piel de Armani"). Es una etiqueta tan insultante, una vez caída en desgracia histórica, tan sinónima de dictadura, de falta de democracia, de abuso de poder, etc. que también se la apropió la derecha para su arsenal de insultos, una vez olvidada su etimología, para utilizarla contra la izquierda, sin complejos y sin vergüenza ("El actual Consejo de ministros es una camarilla de fachas").

Uno de los dilemas de filosofía política más abstrusos del siglo XXI, que me temo continuará con el mismo vigor en el siglo XXII, es la propia definición de izquierda o derecha, una vez que la derecha se hace "liberal" y la izquierda renuncia al marxismo y a la dictadura del proletariado. Y como una imagen vale por mil palabras, y no tenemos todo el día ni tanto espacio como para escribir tantos miles de palabras, os traigo aquí la etiqueta/imagen que define y simplifica, a mi entender, la idea de un facha. Así, sin rodeos. Un facha, queridos niños, es exactamente José Manuel Soria, el presidente regional del PP canario, que hoy volvía a insistir en que el hecho de que se haya descubierto que su partido o alguno de sus correligionarios hayan metido la mano en la caja se debe a que el fiscal es un lacayo, el juez que instruye la investigación, un deshonesto, a las órdenes ambos del partido socialista, el mismo que "cuando ha tenido que secuestrar ha secuestrado, cuando ha tenido que matar ha matado y cuando ha tenido que robar ha robado".

Por mucho que busquéis no encontraréis un ejemplo más acabado al que podáis colgarle la etiqueta de facha sin errar un milímetro. Tan facha que hasta le gustará que se lo digamos. Es un servicio gratuito de vuestro seguro servidor, Manuel Saco.
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Meditación para hoy: dejo para el final el que fue el tema del día, las declaraciones de Rubalcaba, y las no declaraciones de ZP, sobre la liebre levantada por los diarios El Correo, El Diario Vasco y Deia en torno a la reunión mantenida el jueves pasado entre emisarios del gobierno español y representantes de la banda terrorista ETA. Todos hemos estado en nuestros puestos: los periodistas, intentando sonsacar un secreto que hubiese sido imprudente reventar; y el ministro, resistiéndose a revelar lo que sería un disparate que contara. Y en medio, y como siempre, un ataque de cuernos por parte de Acebes porque antes no se lo había dicho Zapatero a su señorito. Nunca como hoy estuve tan convencido de la necesidad de llevar las negociaciones con el máximo secreto si queremos mantener las expectativas de una paz futura. Y, sobre todo, que Acebes sea el último en enterarse.

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