Fuego amigo

La industria de la felicidad

Las dos profesiones más antiguas del mundo, la de prostituta y la de sacerdote, comparten el mismo anhelo: proporcionar felicidad a sus semejantes. Continúan siendo, desde hace miles de años, dos prósperas industrias en secular lucha encarnizada por robarse clientes, con idénticas virtudes de servicio público y parecidos defectos.

De sus virtudes hablan, y no paran, sus muchos clientes satisfechos, y entre ambas mueven colosales sumas de dinero. Prostitución y religión forman un nicho económico de tal magnitud que, desde el mismo día de su invención, padecen el acoso de mafias organizadas para su más eficiente aprovechamiento. La mercancía llamada felicidad tiene tal demanda que ni en nuestros mejores sueños llegaríamos a adivinar en qué lugar del futuro desaparecerán las putas y los sacerdotes. Prohibir su existencia es como intentar achicar el mar con una concha.

Mientras al farsante del Vaticano le permitimos que publicite con nuestro dinero su fábrica de sueños, Rodríguez Zapatero está pensando en proponer lo que otros diarios, como Público o 20Minutos, ya vienen realizando: la prohibición de publicidad de prostitución en los periódicos, por entender que no beneficia a las trabajadoras y trabajadores del sexo, sino a la industria que los explota.

Pero la cuenta de resultados manda sobre cualquier otro beneficio. Cuando 20Minutos o Público renunciaron a los anuncios "de contactos" tiraron por la ventana 2 millones de euros anuales de negocio. Se calcula que un diario de la envergadura de El País, por ejemplo, perdería entre 10 y 12 millones. Demasiado en tiempos de crisis.

Los editores de algunos diarios ya se están preguntando por qué, mejor, no se prohíbe la prostitución, en lugar de meterse con su negocio publicitario. Así que Zapatero debería estar calibrando qué callos pisa, si le conviene abrir nuevos frentes. No vaya a ser que lo que no ha podido la crisis económica lo consigan los disparos del fuego amigo de la puta industria de la felicidad.

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