Fuego amigo

Salid todos con las manos en alto

A huelgas insensatas, soluciones insensatas. Esa parece ser la receta del ministro de Fomento para mediar en el conflicto de los controladores aéreos: sustituirlos por personal militar. Parece olvidar que la violencia de los insultos atrae más insultos y violencia por parte del contrario, hasta que uno termina mentando a la madre del otro. Y hasta ahí podíamos llegar.

Los controladores practican una modalidad de huelga vergonzante porque resulta muy difícil explicar a la población en bermudas y cuerpo de vacaciones, tirada durante horas en los aeropuertos con la maleta como almohada, que no luchan por un convenio para mejorar sus 350.000 euros anuales de salario, como si fuesen vulgares obreros, sino porque están aquejados de una enfermedad que sólo se alivia recetándoles horas extraordinarias pagadas al triple de su valor.

El ministro, y todo aquel que no sea madre de controlador, siente que están insultando su inteligencia, y acaba contestando en caliente con otra desmesura. Porque quizá se deba a que nací en la posguerra, pero cada vez que me dicen que un militar es la solución, me apiado del pobrecito problema. Hice la mili en un ejército al servicio de un régimen ilegal, y durante meses me pregunté por mi imprescindible aportación a la Patria, para qué servía desfilar durante jornadas interminables, marcando el paso con un mosquetón antediluviano al hombro.

Hoy ya sabemos que un ejército, también el nuestro, es útil como fuerza de paz. Los privilegios hirientes de 2.300 funcionarios españoles deberían ser desmontados con la utilización inteligente de la fuerza de los decretos. Utilizar al Ejército como revientahuelgas me parece un precedente peligroso.

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