Fuego amigo

El teatro del absurdo y la democracia

Creo que las imágenes de los disidentes cubanos excarcelados a España manteniendo una reunión con Aznar, tal como vimos por televisión, aparte de haber hecho un daño irreparable a su causa, entran de lleno en el género del teatro del absurdo.

Representan a un grupo de represaliados de una monarquía revolucionaria que etiqueta como delincuentes comunes a los disidentes, de un régimen de partido único, de sindicato único, con sus juventudes "rebeldes" como cantera de agitación, con su democracia orgánica, con su falta de libertades políticas, de expresión, de movimiento, con una policía política omnipresente en todos los niveles sociales, que obliga a que toda una población que sabe cantar en alto de forma admirable tenga que hablar en voz baja y mirando de reojo.

Es decir, un régimen que guarda unas desagradables similitudes con aquel nuestro, de partido único, y su OJE, y sus sindicatos verticales, y su policía política represora, que trataba como delincuentes comunes a sus disidentes, y que con tanto ahínco defendió el hombrecillo insufrible cuando era un activo falangista de juventud. Aquel régimen que su partido, ni siquiera ahora en esta democracia que puede vivir sin la etiqueta de orgánica, es capaz de condenar.

Los disidentes cubanos, con ese gesto, dieron por buenos los métodos de defensa de la monarquía revolucionaria de la que huyen, asfixiada por el vecino del norte y sus ultraliberales de extrema derecha, cuya prensa, como la de Murdoch, el empleador de Aznar, tanto dinero e influencias invierte para que fracase el sueño socialista cubano.

Quien les haya aconsejado ese encuentro no es más tonto porque no entrena lo suficiente.

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