El obispo Martínez Camino, portavoz de la Conferencia Episcopal, tiene entre sus apellidos el título de una de las obras más disparatadas e hilarantes de la historia de la literatura religiosa (¡y mira que hay obras maestras del disparate religioso!), una falsa guía para seguir el Camino hacia un falso paraíso, escrita por un falso santo que se cambió el apellido de Escriba a uno falso de Escrivá. Es como si la colección de necedades que atesora la biblia del Opus Dei se hubiese apoderado del alma de este jesuita, renegado de los jesuitas, que se pasó con armas y bagajes a las filas de Rouco Varela por unas monedas, por un asiento en la mesa del obispero español.

Los jesuitas nacieron como la guardia pretoriana del papado, hasta el punto de que a los tres votos preceptivos en la vida religiosa, pobreza, obediencia y castidad, añadieron un cuarto específico de obediencia al Papa, en tiempos en que al papado había que defenderlo con la palabra y las armas, con pareja dedicación.

Nadie mejor, pues, que un jesuita que se llama Camino (mezcla exquisita de dos organizaciones papales) para explicar que la próxima visita del Papa "es un negocio económico y espiritual" que nos va a beneficiar a todos. Comparada con el nivel intelectual de la colección de estupideces del Camino del Escriba Balaguer, esta afirmación es de una inteligencia sobrecogedora. Dicho de otra manera, de una inteligencia jesuítica, que el DRAE, en su segunda acepción, la define como dios manda, que manda más que el Papa: "Jesuítico. 2. adj. Dicho del comportamiento: Hipócrita, disimulado".

Esta moderna versión de Camino en forma de obispo ha tenido la ocurrencia de unir de manera hipócrita los beneficios espirituales a los económicos, para que tanto fieles como ateos conozcamos que la visita del farsante de Roma será un bálsamo, y no una carga, para los españoles, el contrapunto ideal de felicidad a la perniciosa ley de Reforma Laboral que nos llevó a la depresión y a la huelga. Huelga decirlo más claro.