Fuego amigo

Insoportables dolores de cospedal

A Marcelino Camacho lo enterraron en el cementerio civil porque era ateo. Y no porque él lo eligiera, sino porque dios no existe. Así que, vuelto al polvo, queda descartado que haya podido contemplar desde ningún cielo el homenaje emocionado que le dimos miles de ciudadanos, en esa despedida que muchos quisieron que fuese lúdica, aunque resultó difícil contener el llanto, a pesar del riesgo de que un Pérez Reverte emboscado estuviese tomando nota de los que nos comportamos como nenazas lloronas o "perfectos mierdas" de lágrima fácil.

Camacho resultó ser al final un muerto de todos. Hasta el príncipe Felipe, hijo de un rey cuya dinastía resucitó el dictador Franco, lo despidió como un héroe, aguantando como un hombrecito el ondear de banderas republicanas en la distancia. Y bien está, pues el futuro jefe del Estado (si no lo remediamos antes) estaba obligado por la historia a estar presente en la despedida del español que más se parecía a Mandela en su ejemplo vital.

Tras su paso por un campo de trabajo por presentarse voluntario a defender la República, y después de años de estancia en las cárceles franquistas por su lucha sindicalista, su vuelta al polvo le ha ahorrado el sonrojo de tener que contemplar las sentidas palabras que le dedicaba en su despedida María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP, ese partido que todavía tiene entre sus filas a un ex ministro del dictador, que se niega reiteradamente a condenar el régimen franquista que metió en la cárcel, torturó y asesinó a miles de camachos por el mero hecho de pedir justicia y libertad.

Si levantara la cabeza, volvería a morirse de insoportables dolores de cospedal, que es algo así como de vergüenza ajena.

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Meditación para hoy:

En la jornada en que los cristianos rememoran a sus difuntos, mi mujer y yo hemos dedicado también un momento para pensar en la muerte. Y hemos llegado a una conclusión: cuando uno de los dos falte definitivamente... yo me voy a vivir al pueblo.

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