Fuego amigo

Una ley para morirse

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A eso se le llama ponerse la venda antes que la herida. Rubalcaba nos acaba de anunciar, para la próxima primavera, una ley para una muerte digna..."que no es una ley de eutanasia". Vaya esa venda por delante. El anuncio, con tantos meses de antelación, pretende atacar dos frentes: actuar como globo sonda para suscitar el debate y tomar el pulso a la opinión pública (que no siempre coincide con la opinión publicada), y despejar el tufillo de sacristía con el que María Teresa Fernández de la Vega había dotado a las relaciones del gobierno con la Iglesia Católica.

Porque el de la eutanasia es un debate ético, y la ética es una mercancía de la que todas las religiones pretenden la exclusiva. Ya lo insinuó el Papa hace días: nuestro laicismo es agresivo, semejante al anticlericalismo de la República, sin ética ni moral.

Sabido es que, para la vida, las religiones son completamente inútiles, especialmente dañinas para el progreso humano. Pero la muerte es cosa de ellas, ellas administran el terror al vacío eterno, amparándose en el pequeño detalle de que sus clientes ya no pueden volver a este mundo a reclamar ni a denunciar el fraude. La tesis es simple. Satisfacer los deseos de los moribundos a acelerar su muerte para evitarles sufrimientos es colaboración al suicidio, un asesinato. Sus dioses, los tres, en cambio, se han dado a sí mismos licencia para torturarnos hasta que nuestro cerebro gastado ya no responda al dolor.

Los que defendemos la eutanasia, tanto pasiva como activa, habremos de conformarnos en marzo con el parto de una ley pacata nacida sólo para amparar jurídicamente a médicos como el doctor Montes. Ni un paso más allá. Como si tuviésemos más miedo a los frailes que a la muerte misma.

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Meditación para hoy:

Ayer guardé cola en la Thyssen-Bornemisza para ver la exposición temporal de los Jardines impresionistas. Tras hacer cola durante apenas unos 15 minutos, ya tenía la entrada en la mano.

Luego me fui paseando hasta la Puerta del Sol, y me encontré con otras colas interminables... para comprar lotería de Navidad en las dos o tres expendedurías de la plaza. Calculo que los últimos de la fila tardarían en llegar al encuentro con su destino de futuros millonarios no menos de tres cuartos de hora.

Y sin embargo, vistos desde la distancia, todos los seres humanos puestos en fila parecen iguales.

¿Es o no es para meditar?

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