Fuego amigo

La que está liando Zapatero

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Tomaba café en un bar de Madrid cuando el televisor daba la noticia de que la candidatura de España para la organización del mundial de fútbol de 2018 había sido rechazada. Estábamos definitivamente perdidos. El desánimo se apoderó de los parroquianos. La maquinita del tabaco se atragantó y sólo acertó a decir "su tabaco, gra...". A todos los presentes se les quedó cara de ausentes, y les cambió el humor de súbito, como si la crisis hubiese entrado por una ventana con un golpe de viento helado. Como el jodido café.

Confieso que de fútbol entiendo lo justito. Pero tras un larguísimo y amargo silencio, surgió desde la barra del bar la explicación sabia de un catedrático de "esto", el primero en recuperar el habla, que se lamentaba en alto de tan irreparable pérdida. Y su voz sonó balsámica, con el efecto de esa palabra amiga que todos esperamos en los momentos de desolación.

Por su boca supe que se trataba de una desgracia que venía a agravar el problema del paro y a encarecer el precio de nuestra deuda, porque, como dicen en el PP, el problema no es España sino su presidente. Un presidente con tan poca credibilidad que no ha sabido defender nuestra candidatura en la sede de la FIFA, en Zúrich, frente a esa amalgama de intereses mafiosos en que se ha convertido Rusia, el país finalmente seleccionado. Un presidente, me pareció entenderle, que prefiere que gane el Barça a que lo haga un equipo español, ¿qué credibilidad puede tener en la curia del fútbol?

Y es que ya nada es lo que parece. Por lo visto se trataba, no de celebrar un deporte, sino de un negocio de Estado, una transacción económica que podría atraer al país (incluida Cataluña) no menos de 600 millones de euros. Para Jeb Bush, el hermano del invasor de Irak, la guerra tampoco era la guerra, sino un negocio que acarrearía "beneficios ingentes" a los países participantes, petróleo barato y oportunidades infinitas de inversión.

Para inversión también, que no se me olvide, la de la visita reciente del Papa. Tampoco se trataba de una operación de proselitismo del jefe de una peligrosa secta religiosa, sino una inyección de dinero limpio a la industria turística española, hoteles a rebosar, comercios que estallaban de gente por las costuras, cientos de vocaciones sacerdotales...

Así que desde ayer estoy todavía más desconcertado. Pero, como ya digo, de fútbol y de guerras aún entiendo menos que de religión.

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