Fuego amigo

El que no pacta no se consuela

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El día había amanecido con el dato de que en enero se habían destruido 131.000 empleos más. Hay días, en verdad, que comienzan mucho mejor. Como explicaba Zapatero al término de la firma del Pacto económico y social, "no hay consuelo para las cifras del paro". Y ese desconsuelo fue el protagonista impalpable de la firma y de la foto subsiguiente, con discursos y actitudes dignos de un análisis psicológico por parte de expertos en lenguaje corporal. Recordaba, en verdad, continuando con el símil de ayer, que salían del dentista, todos doloridos porque les habían arrancado una muela, pero contentos por haber salvado el resto de la dentadura.

Los más serios, quizá porque son los que más muelas se han dejado en la consulta, fueron los representantes sindicales. En la foto final, mientras gobierno y patronales ensayaban una sonrisa viuda, enlazadas sus manos con no mucho entusiasmo para oficializar el acuerdo, Méndez y Toxo mantenían un gesto vago, como de ganas de terminar de una puñetera vez aquel calvario, como con urgencia por liberarse de las malas compañías. Ya en los discursos, y en vista de que la firma les eximía de mantener el pulso de otra huelga general, aprovecharon para vender su mercancía y resaltar que la fecha histórica del 2 de febrero de 2011 no se entendería sin la huelga general del pasado 29 de septiembre. Quedaba, pues, amortizada aquella penosa jornada.

Cándido Méndez, de UGT, valoró el acuerdo como "una ventana" de oportunidad para combatir la crisis económica y social. Fernández Toxo, de CC.OO., resaltó que el controvertido acuerdo sobre las pensiones traía "novedades revolucionarias", y que quedan reformas pendientes, como la política fiscal y el sistema financiero, que no es poco.

Todos tuvieron mucho cuidado en recalcar que la firma era, ante todo y sobre todo, la escenificación de que el consenso es posible y necesario en momentos de crisis profunda, pero que el trabajo que queda por desarrollar es de tanta envergadura como todo lo que permanece plasmado en el acuerdo.

Una hoja de ruta que, por cierto, ningún partido político de la oposición quiso rubricar con su presencia, algo que en principio se entendió muy mal, pues no quedaba claro si su actitud venía motivada por el miedo al desgaste ante su electorado o por el principio elemental de la prudencia. Aunque los partidos justifican su ausencia en que habían sido invitados mal y tarde, con apenas veinticuatro horas de antelación, mediante un frío y descortés correo electrónico y sin haber recibido previamente una copia de lo que se iba a firmar y que ellos en cierto modo deberían aplaudir o al menos refrendar en una foto de familia.

En el debate parlamentario tendremos, pues, la segunda parte de la firma. Y nosotros, todo el día para analizar la letra pequeña. Que los dioses os cojan (como dicen los argentinos) confesados.

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