Fuego amigo

El marquesado del Amazonas

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Creo que me resulta más fácil imaginar a Lady Gaga haciendo de virgen María en un auto sacramental que a Vicente del Bosque investido de señor Marqués. Una distinción honorífica semejante, otorgada por los monarcas que todavía confunden los títulos nobiliarios, tan extemporáneos como las propias monarquías, con la verdadera nobleza, requiere de la aceptación previa de la persona a la que se pretende conceder la distinción. Siendo así, no consigo imaginar la cara del seleccionador nacional de fútbol en el momento en que desde la Casa real le consultaron si aceptaría un marquesado.

Uno tiene en mente la figura engolada de un marqués, de los que mean colonia y huelen a papel cuché, o bien la de un santo tan disparatado como el fundador del Opus Dei, que en 1968 exigió la rehabilitación de un título de marqués, el de Peralta, por si acaso se le negaba la santidad una vez muerto y su dios no se percataba a tiempo de la nobleza intrínseca que ocultaba bajo la sotana. A partir de esa muestra de modestia circuló el chiste de que las nuevas ediciones de "Camino" cambiarían la portada por la de "Autopista de peaje".

La diferencia entre del Bosque y Escrivá (antes Escriba) de Balaguer, es que la modestia del seleccionador nacional está programada en sus genes. Tras cuatro años como entrenador del Real Madrid, consiguió siete títulos, dos de ellos los de Liga, pero acabó siendo despedido por falta de glamour, porque su cuerpo rotundo y su cara de pastor de ovejas no encajaban en la imagen del equipo de galácticos vendedores de camisetas.

Es marqués de Del Bosque, un marqués de paisano al que no le importaría ser marqués del bosquecillo, y del que jamás nadie podrá decir, en contraposición a la inmodestia del curita, que le gustaría ser, por ejemplo, marqués del Amazonas, el bosque de todos los bosques.

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