Fuego amigo

No vamos a pelear por unos peditos de nada

 

Los asesinos en serie coinciden en que el peor es el primer asesinato; que, luego, el cuerpo se acostumbra y acaba por no recordar los detalles de los crímenes siguientes. La repetición se va haciendo rutina, y el sujeto llega a perder la conciencia, la mala conciencia, quiero decir, de la gravedad de su comportamiento criminal. Por decirlo con un ejemplo más pedestre, es como el primer pedito en la luna de miel, para el que hay que arrimar una buena dosis de valentía por el mucho amor que está en juego, pero que luego, cuando el alivio sin fronteras se hace costumbre, llega a formar parte de los sonidos cotidianos en el hogar, como la radio o la televisión, más ruidosos, agresivos y molestos, si cabe.

 

Los casos de corrupción en la política son como los asesinatos en serie o las ventosidades, que de tan repetidos se han incorporado a la banda sonora del quehacer político, y donde unos trajes por cohecho impropio en un presidente de gobierno pasan a ser bobadas, nimiedades, "como si España no tuviese otros problemas de mayor calado". Porque una cosa es un pedito mientras vamos paseando, y otra, muy otra, en la cama, amor mío de mis entretelas.

 

En el Partido Popular tienen tantos crímenes en sus armarios que para elegir los uniformes de campaña electoral se ven obligados a escoger entre pequeños latrocinios, cohechitos impropios, cohechos muy propios, financiación ilegal, robo a gran escala de las arcas públicas y grandes prevaricaciones. Como fondo de armario delictivo no hay otro semejante.

 

Ayer lo explicaba muy bien Esperanza Aguirre: "En mis listas hay gente que está imputada, pero por tonterías, no por acusaciones".

 

Vamos, que por unos peditos de nada no vamos a romper nuestro idilio.

 

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