Fuego amigo

¿De qué están tan indecisos los indecisos?

 

Sostienen los sociólogos que las campañas electorales apenas cuentan con la capacidad de torcer el voto decidido de antemano por los electores. Resumiendo, que si, para formarte una opinión, estás esperando por la oferta electoral que te pueda hacer cada candidato en los últimos 15 días, como en las rebajas de invierno, es que eres tonto de remate, y te está bien empleado el churro que salga de las urnas.

 

Esta madrugada comenzó oficialmente la campaña electoral (un sarcasmo, cuando llevamos dos legislaturas en campaña), esas dos semanas en que los llamados indecisos pueden morir de estrés, de sobredosis de ofertas. Mi madre, votante fija del PP, mantenía que cambiar de partido era tan absurdo como cambiar de religión, como si fuese necesario asistir a una mezquita para comprender que la religión verdadera es la católica.

 

Por eso, cuando me cuentan que dos o tres millones de votantes, y hablo de memoria, forman parte de esa legión de indecisos, deambulando de iglesia en mezquita y de mezquita en iglesia, yo me pregunto: ¿qué revelación esperan para el último momento? ¿Es que confían en que algún postulante se hubiese guardado para el último día la fórmula magistral para acabar con el desempleo o la corrupción?

 

Solo los ilusos pueden pensar que los votos maduran una vez recolectados. Les bastaría con mirar a Jaume Matas, el expresidente balear al que la Fiscalía atribuye delitos que suman hasta 24 años de cárcel. Su jefe, Mariano Rajoy, quiere "para España lo mismo que Jaume Matas ha hecho en Baleares". Y, sin embargo... y sin embargo, niños queridos, la encuesta del CIS augura una mayoría absoluta para el PP en las islas.

 

¿Se puede saber de qué coño están indecisos los indecisos?

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Meditación para hoy y para toda la campaña electoral:

 

El Tribunal Constitucional ha corregido por fin la anomalía de que unos partidos mayoritarios pudieran erigirse en jueces y parte para ilegalizar a otros partidos que cumplen con las reglas del juego democrático, como es el caso de Bildu.

 

Es una buena noticia, se mire como se mire. Porque impide el victimismo de un partido que había sido excluido de la contienda electoral con argumentos más que dudosos. Porque es necesario que una formación política como Bildu prepare el escenario desde las instituciones democráticas, de manera que los integrantes de su partido antecessor, incrustados en la nueva formación, colaboren en la llegada de la paz definitiva y con ellos se diluya así el ya escaso apoyo intelectual con que contaba el nacionalismo terrorista.

 

Y de paso, y una alegría no menor, la legalización de Bildu abre la posibilidad de que a la caverna le provoque un accidente cerebro vascular acompañado de cianosis y hepatoesplenomegalia, con aumento de la hipertensión, hinchazón anal, lupus eritematoso sistémico, steatorrea, y uretritis gonocócica, además de una inspección de Hacienda. Aunque lo de Hacienda quizá os parezca de una crueldad innecesaria.

 

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