Fuego amigo

El negocio electoral

 

Vicente Sanz, el ex presidente del PP valenciano, reconocía que "estaba en política para forrarse", según la conversación telefónica que le pillaron en la investigación del caso Naseiro; frase que luego fue atribuida a Eduardo Zaplana, quien, por cierto, daba mucho mejor el tipo de político chuleta y sin escrúpulos. Lo que unos líderes apenas reconocen por teléfono en conversaciones privadas, otros, como Berlusconi, se jactan de gobernar sus países como si fuesen empresas, como negocios particulares que deben dar sabrosos dividendos.

 

Bien lo saben en Galicia donde las campañas electorales han sido siempre una modalidad de inversión muy productiva. El PP, con su red caciquil a la napolitana, es un experto en movilizar a los electores, no con un programa sino con autocares puestos al servicio de los votantes.

 

En mi pueblo, con un censo de cerca de 2.800 electores, y una abstención histórica de casi el 40%, mientras los políticos afilan el mensaje electoral, centrados en mí y en mi cuenta bancaria, el economista del partido solo necesita echar unas cuentas: cuesta fabricar un alcalde menos de 80.000 euros, el sueldo de un año de toda la corporación municipal; que, con lo que se ahorran en cartelería y anuncios, lo comido por lo servido. Solo hay que conseguir montar en autobuses a 750 electores (ancianos de las residencias, monjas de clausura, parados...) con la promesa de un billete de 100 euros a cada uno si introducen los sobres cerrados que entrega el partido.

 

Todos los años se multiplican las denuncias por prácticas parecidas. Pero no les importa, porque tienen muy presente que la política es un negocio que no se puede dejar en manos de los políticos.

 

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