Fuego amigo

Hasta la victoria final

 

Era el primer día en que se veían las caras tras las elecciones del 22M, y yo tenía la respiración contenida, a la espera de si el zorro Mariano Rajoy se atrevía a pedir, no una moción de censura, que las uvas todavía están verdes, sino una moción de confianza. La moción de censura tiene una arquitectura complicada, porque el candidato a sustituir a Zapatero, o sea Mariano Rajoy, debe presentar un plan de gobierno alternativo (¡un plan, cielo santo!) además de tener amarrados los votos de los otros partidos de la derecha nacionalista, la españolista y la periférica.

 

Mariano sabe que la curiosidad mató al gato, y que el mayor riesgo que corre es tener que explicar a todos los españoles cómo la derecha nos va a sacar de la crisis financiera y cuál es su solución mágica para crear empleo... cuando las llamadas políticas activas de empleo dependen sustancialmente de las comunidades autónomas, y ninguna de ellas, como Valencia o Madrid, gobernadas por el PP, han tenido éxito contra el desempleo. Él sabe que su victoria es una tarta elaborada con la crisis, los errores del PSOE, y, sobre todo, la ignorancia de los españoles que vivimos en el limbo sobre sus planes neoliberales para cuando tome la Moncloa.

 

Ni siquiera en la primera sesión del Congreso se atrevió Mariano a plantear lo que Sáenz de Santamaría había pedido el día anterior con voz ronca de niña del exorcista: que Zapatero se hiciera el harakiri proponiendo una moción de confianza. Tonterías, las menos. Como ahora se ha puesto el traje de hombre de Estado, concentra sus fuerzas en lanzar a los suyos para que pregunten en las sesiones de control del Congreso por las cosas importantes que nos van a sacar del atasco, como el "caso Faisán". Van, con esta, 42 veces sobre el mismo asunto.

 

Y así, de coñazo en coñazo, hasta la victoria final.

 

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