Fuego amigo

La patria de un historiador fascista

 

"La verdadera patria del hombre es la infancia" si hacemos caso al poeta Rainer Maria Rilke. Esa infancia donde las religiones intentan plantar su semilla del miedo a la muerte para que dé hermosos frutos de sumisión en la edad adulta; esa infancia donde psicólogos y psiquiatras hurgan buscando el origen de todos nuestros padecimientos y conductas inexplicables; esa infancia donde queda impresa la violencia, las frustraciones o el amor con que hemos crecido.

 

Esa infancia, en fin, que se refresca como un relámpago en la memoria con un determinado aroma, un color, una melodía, una voz. Esa infancia de la que muchos no quieren salir jamás porque lejos de sus pequeñas patrias se sienten indefensos y sin rumbo cierto, para quienes haber nacido en un lugar es, hasta su muerte, un estúpido motivo de orgullo y no de buena suerte o simple estadística.

 

La generación de los españoles de mi edad, que fuimos acunados con todos los cuentos de miedo, la religión medieval y el fascismo vergonzante, tenemos impresa en la memoria aquel himno español cuya letra arregló el franquismo de otra escrita por el poeta (?) José María Pemán, encargada por otro dictador, Primo de Rivera. Cantábamos, brazo en alto, "viva España (arriba, España, en la versión más genuina), alzad lo brazos hijos del pueblo español...", una letra guerrera que el domingo le cantaban a Contador en el Giro por megafonía, 70 años después.

 

Que a nadie asombre, pues, que el Diccionario Biográfico Español, ese engendro financiado por el ministerio de Cultura, considere a Franco "un general valeroso y católico que participó en un golpe de Estado contra un Gobierno caótico".

 

Escrito, sin duda, por un historiador para quien su patria es el fascismo de su infancia.

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Meditación primera para hoy:

 

El autor de ese engendro es Luis Suárez, un historiador vinculado a la Fundación Francisco Franco. En Alemania, si hubiese hecho una biografía la mitad de condescendiente con Adolf Hitler habría sido puesto delante de un juez, acusado de exaltación del nazismo. Aquí, el presidente de la Real Academia de la Historia, el también franquista Gonzalo Anes, está encantado con tenerlo como colaborador.

 

El tal Luis Suárez reconoce aborrecer lo que la izquierda califica como Memoria Histórica, porque "para conocer a fondo el franquismo, para que con tranquilidad podamos avanzar, es necesario que termine la falsificación histórica, que es la memoria política".

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Segunda meditación para hoy:

 

La Iglesia española, por boca de Rouco Varela, ha declinado formar parte de la Comisión del Valle de los Caídos que pretende reformar aquel monumento fascista en un lugar de reconciliación. La Iglesia "prefiere que no haya una representación directa suya". Los verdugos no quieren oír ni hablar de reconciliación. A eso se le conoce como caridad cristiana.

 

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