Fuego amigo

La segunda vuelta de las elecciones

 

Vuelven a llevarse las pinzas. Llegué a odiarlas cuando estuvieron de moda en los pantalones, porque me hacían gordo, pero reconozco que son imprescindibles, por ejemplo, para tender la colada o para triunfar en las barbacoas dominicales. Las de los crustáceos son muy apreciadas porque encierran la parte más sabrosa del animal, pero las pinzas en política no tienen muy buena prensa, pues suelen contener la parte más siniestra y putrefacta de la política.

 

La más famosa fue aquella formada por una pata del PP y otra de Izquierda Unida, con Anguita al frente, para gran regocijo de la derecha y desconcierto de los militantes de izquierda, ya fuese unida o quebrada. Está tan mal visto este instrumento que desde su formación para derrotar a Felipe González la izquierda implicada dedicó buena parte de sus esfuerzos posteriores a maquillar la historia, para demostrar que nunca había existido semejante pinza, invento tan solo de las mentes calenturientas de los medios de comunicación.

 

La pinza tiene en realidad algo de segunda vuelta de las elecciones. Primero discurrimos sobre el sentido de nuestro voto, debatiéndonos entre si abstenernos, si votar en blanco, si votar en negativo, por reacción, para que no gane un partido determinado, porque estamos deslumbrados por nuestro candidato... Pero luego hay que formar con esos mimbres ayuntamientos y Comunidades autónomas. Y es aquí donde las pinzas pueden retorcer más si cabe el sentido de nuestro voto: contubernio de nacionalistas extremos de derecha e izquierda, o izquierda favoreciendo gobiernos de derecha.

 

Siempre queda, eso sí, un uso fantástico para las pinzas: colocarlas en la nariz para no oler tanta putrefacción. Es una incomodidad llevarlas puestas durante cuatro años, pero es lo que hay.

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Meditación para hoy:

 

El sainete de la formación de mayorías y uniones contra natura (pongamos que hablo de CiU con el PP) ha alcanzado lo sublime en Chipiona (Cádiz). Había sido elegida alcaldesa la representante de IU, con tan solo dos concejales, gracias a los votos inesperados del PSOE, con los que se impedía así que el PP formara gobierno. Pero a los dos días ha dimitido. Cuarenta y ocho horas, no más. El PP ya tiene el camino libre.

 

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