Fuego amigo

El verdugo de Ocaña

El día de ayer, 18 de julio,
(...dejadme que os hable
de ayer, una vez más
de ayer: el día
incomparable que ya nadie nunca
volverá a ver jamás sobre la tierra)
sirvió, como todos los años, para pensar en la paga extraordinaria -un hallazgo del franquismo para conmemorar aquel día ignominioso- y para avivar el debate de la memoria histórica que los herederos espirituales de los golpistas tanto desean olvidar. La derecha española, cuyo presidente honorario, y hoy senador durmiente, fue cómplice con su firma y visto bueno en consejo de ministros de las últimas ejecuciones del franquismo moribundo, confunde el homenaje a los desaparecidos, a los asesinados al alba contra las tapias de iglesias y cementerios, a los condenados a trabajos forzados por el único delito de permanecer fieles a la legalidad democrática, con la venganza, con una traición al espíritu de la Transición.
Los que creemos con Gabriel Jackson que la Transición fue "una trampa contra la memoria histórica" abrigamos la esperanza de que lo que queda de 2006 ponga un leve remedio y suponga un homenaje colectivo, tanto a los muertos y represaliados, como a la verdad, que ha sido la primera víctima y la más torturada durante estos 70 años.
Y creo que esa derecha está en un error, pues le vendría muy bien a su salud mental, para pasar página de ese pasado que tanto le tortura, una catarsis, una buena sesión en el sillón del psiquiatra de la historia, para que asuma sus culpas honestamente sin verse obligada a hacer el ridículo con la permanente invención de un pasado que no fue, con historiadores que no lo son.
Claro que quienes son capaces de manipular la historia reciente, como han hecho con el famoso video de Miguel Ángel Blanco o su particular visión del 11-M, cómo van a estar dispuestos a revisar ese monumento al embuste que ha sido la gestación de su guerra incivil, su cruzada mágica, explicada generación tras generación, a golpe de fusil y de sotana, como la salvación de occidente.
En ese día de ayer, tan querido por la derecha, el talibán/cardenal Rouco Varela quiso hablarnos de moral. A mí me ocurre con los talibanes que nunca sé si nos referimos a lo mismo cuando hablamos de moral, como si dos matemáticos no coincidiesen en lo más básico: que dos y dos son cuatro, por ejemplo. El sucesor de aquellos cardenales que hace setenta años encontraron muy moral acoger bajo palio al asesino golpista, cuando bajo palio sólo va la hostia (es que Franco, la verdad, era la hostia), que bautizaron la carnicería de cientos de miles de asesinatos y santificaron como Cruzada aquella tropelía, nos viene a hablar de moral. Y para él la moral es la que deberá estudiarse en la asignatura de religión, y no en la asignatura prevista como alternativa de Educación para la Ciudadanía, porque "a través de esta asignatura se transmite una forma de ver la vida, una antropología y una ética, aspectos que tienen que ver con los aspectos más íntimos de la persona". Por fin lo ha dicho: la antropología y la ética son enemigas de la moral cristiana.
Pues bien, por si ganan las sotanas y nuevamente a las próximas generaciones se les vuelve a enseñar la primacía de la fe sobre la razón, ahí os dejo unos versos. Duermen escondidos en los libros desde hace casi setenta años, cuando el poeta Miguel Hernández, preso en la cárcel de Ocaña, daba clases a sus compañeros de cautiverio. En aquella prisión, proporcionaba consuelo espiritual a los condenados a muerte un cura especialmente sádico, de recta moral, como gusta a los talibanes, conocido como el verdugo de Ocaña. Ahí van los versos:
...Muy de mañana, aún de noche,

antes de tocar diana,
como presagio funesto
cruzó el patio la sotana.
¡Más negro, más, que la noche,
menos negro que su alma,
el cura verdugo de Ocaña!
(...)
Cobarde y cínico al tiempo
tras los civiles se guarda.
¡Más negro, más, que la noche,
menos negro que su alma,
el cura verdugo de Ocaña!...
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(Meditación para hoy: el muy cristiano y muy socialista José Bono se apuntó también ayer-el día incomparable que ya nadie nunca volverá a ver jamás sobre la tierra- a la corriente iniciada por Benedicto XVI, y continuada por el arzobispo de Valencia, de pedir responsabilidades a dios. "¿Donde estaba dios el 18 de julio de 1936?" No sé qué os parecerá a vosotros, pero a mí ya empiezan a darme lástima. ¿Les decimos la verdad de una vez o les dejamos en la ignorancia?

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