Fuego amigo

Moza que verbenea

Os escribo al comienzo de la sofocante noche de san Juan, heredera de la celebración pagana en la que se celebraba el solsticio de verano en el hemisferio norte, un homenaje al sol en su día más largo, al que se le consagraban hogueras para que no perdiese vigor en su declive hacia el solsticio de invierno. Durante siglos fue, con los carnavales, la noche del desenfreno, noche de ayuntamientos carnales propiciados por el vino, el calor del fuego y la complicidad de la oscuridad. Era, además, una noche de brujería, pues se suponía que la verbena recogida a esas horas, antes de que llegase la aurora, tenía propiedades mágicas en infusión. Fue precisamente la cosecha de esta planta, de pequeñas flores multicolores, la que dio nombre a la verbena que hoy mejor conocemos, la fiesta nocturna en honor al santo patrón, con bailongo incluido.
Con la disculpa de ir a recolectar la planta mágica, mozos y mozas se separaban disimuladamente de la hoguera y se perdían en la oscuridad bajo el manto cómplice de las estrellas. De esta costumbre nació uno de los proverbios castellanos que más me gustan: "Moza que verbenea, marcea". Es decir, nueve meses después (el período exacto de gestación) llega marzo, mes en el que era probable que naciese el fruto del amor disipado de la noche de san Juan. A la llegada del alba, en muchos lugares de la cristiandad las charangas y bandas locales desfilaban dando la tabarra a los pocos vecinos que hubiesen conseguido conciliar el sueño, tocando y cantando "alboradas", sobre todo las famosas "mañanitas de san Juan", hasta quedar todo el rebaño cristianamente recogido en el fin de fiesta de la misa.
Fue un empeño más de la Iglesia católica por acomodar las costumbres paganas a sus ritos y dogmas, tal como había hecho desde el principio del cristianismo (la existencia de una virgen, madre de un dios, el nacimiento del dios-hombre en un pesebre en el antiguo Egipto, etc.) bajo la inteligente lógica de que si no puedes vencer al enemigo, súmate a él. Si el pueblo no estaba dispuesto a abandonar sus costumbres paganas, había que cristianizarlas, de la misma manera que mejor era cristianizar sus templos que derribarlos. Iglesias y catedrales están así edificadas sobre los basamentos de antiguas mezquitas y lugares de culto paganos. De esta manera, mudar de objeto de adoración resultaba menos traumático para los conversos, a los que poco importaba si su holganza y ayuntamiento carnal tenía lugar bajo las estrellas en la fiesta del sol pagano o en la del santo evangelista.

Esta estrategia reportó ingentes beneficios a la Iglesia durante siglos, hasta que su alianza con el poder hizo innecesaria la táctica de seducción para pasar a imponerse groseramente, apoyada en su brazo armado, la espada del rey o dictador al que servía. Como dicen en mi pueblo, con buena picha bien se jode. La Iglesia moderna según va perdiendo los privilegios y el apoyo de quienes ostentan el poder, en lugar de echar mano del viejo truco de la cristianización de las costumbres paganas, se deja atrapar por un ataque de pánico cuyos síntomas más claros son la bronca continua a las ovejas descarriadas y el anatema de lo que consideran sus costumbres disolutas: lejos de acomodarse a la clientela, como tan sabiamente habían hecho sus antepasados en momentos de penuria, la asustan y la agreden a diario con su moralina inmoral, calificándonos de asesinos abortistas, en connivencia con matrimonios espurios de mariquitas y lesbianas, de costumbres disolutas, que hemos hecho del laicismo un dios pagano, dinamitadores de la unidad de España (¡Paña!)...
Los obispos españoles andan últimamente en estas cábalas, reunidos en plenario para el estudio de la situación "religiosa, social, cultural y política de España en este momento de nuestra historia", según palabras de su portavoz. Reunión de pastores, oveja muerta, ya se sabe. Creo que entre hoy y mañana anunciarán sus conclusiones, pero esto tiene toda la pinta de que nos van a llamar de todo menos bonitos.
A mí no me importa porque sé que dios no existe. Pero me temo que a alguno de vosotros se os va a atragantar el veraneo.

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