Fuego amigo

11 de septiembre, el día del sarcasmo

Ahora que tanto empeño hay en perder la memoria histórica, creo que no existe mayor sarcasmo y ofensa para con los damnificados que la falta de memoria histórica. El día de ayer, 11 de septiembre, fue recordado más por el ataque terrorista a las torres gemelas de Nueva York, frescos en la memoria, que por el golpe de Estado de Pinochet en Chile contra el gobierno democrático de Salvador Allende, con la complicidad del doctor muerte, el doctor Kissinger que ya acumulaba por entonces suficientes muertes (méritos, le llamaban entonces) para que se le concediera al cabo de los años el premio Nobel de la Paz. (¿Decíamos algo sobre los sarcasmos?).

El sarcasmo, la ofensa, se escenificó ayer, una vez más, en el Palacio de la Moneda, la sede de la presidencia chilena que hace 34 años fue bombardeada por la aviación golpista. Una presidenta democrática, cuyo padre fue torturado hasta la muerte en las dependencias policiales, torturas que se repetirían con ella y su madre más tarde, recibía a José María Aznar, el mismo que cuando era presidente del gobierno español presionó al gobierno británico para que dejara escapar al general asesino Augusto Pinochet, detenido en Londres por orden del juez Garzón bajo la acusación de genocidio. Aquel hombrecillo insufrible que había impedido que la justicia internacional entrase a juzgar al asesino del padre de Michelle Bachelet entraba ayer, con su trotecillo gracioso, con la pompa y el boato de los hombres ilustres, en un lugar cuyo acceso debería tener rigurosamente prohibido, al menos por dignidad democrática.

Y además, habló, a pesar del evidente deterioro de su salud mental. Alguien de la muy noble especialidad de psiquiatría estará estudiando detenidamente, a buen seguro, el comportamiento errático y extravagante del personaje, porque todo él es una joya en bruto, puro objeto de estudio que no se debe dejar escapar. Por ejemplo, su complejo de inferioridad, ampliamente explicado ya (boda principesca de su hija, ninguneo al rey, llamar a Bush como mi amigo George, los pies sobre la mesa del emperador, su mimetismo con el habla de sus contertulios –estamos en ellou, hablo el catalán en la intimidad...-etc.) tuvo un nuevo rebrote psicótico ayer tras la entrevista con la desmemoriada Michelle Bachelet. Este pobre hombre, resto del naufragio de lo que fue, decía a los periodistas al término de la visita, como si padeciese una amnesia sin fin: "Conversamos de manera muy cordial distintos aspectos de la situación internacional y de la actividad internacional de unos y otros". La actividad internacional de unos y otros. ¿Vais pillando?

Y luego se adentró en el territorio de los enigmas con uno que le hizo mucha gracia, porque no pudo contener esa su risa caballuna tan característica, pero que los demás no hemos comprendido en toda su magnitud. Le preguntaban los periodistas sobre la designación de Mariano Rajoy (bueno, la auto postulación de Mariano Rajoy) a la presidencia del gobierno por el PP, y él contestaba algo así, muerto de risa: "Me parece excelente...eh, eh, eh, eh... por favor... es el mejor... clarísimo.

No sé qué quiso decir. ¿Practica ahora la esgrima de la ironía o había descubierto minutos antes las excelencias del vino chileno con el mismo entusiasmo con que acogió en su día el del la Ribera del Duero? Dejando aparte que no puede triturar bien las palabras con el labio superior, por lo que algún matiz importante se nos puede escapar a los no iniciados, el empleo de la carcajada para explicar algo tan fundamental para la marcha de su partido me desconcierta. ¿Se estaba quedando con nosotros o con Rajoy? ¿Era un mensaje en clave para Mariano, como diciendo que a él también le da risa lo de su capacidad para formar 50 gobiernos mejores que los de Zapatero?

A la espera de que escampe el nublado en el pobre cerebro del que fue nuestro líder universal, me vienen a la memoria los versos de Mario Benedetti, al que supongo abrumado por el mismo estupor ante personajes tan simples en la cara y tan siniestros en su envés:

En una exacta
foto del diario,
señor ministro

del imposible,
vi en pleno gozo
y en plena euforia
y en plena risa
su rostro simple.
Seré curioso,
señor ministro,
¿de qué se ríe?
¿de qué se ríe?
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