Fuego amigo

Cuidado, peligro, los trileros del IRPF andan sueltos

Llevo todo un día dándole vueltas a las promesas electorales del Partido Popular y pensando dónde estaba la trampa del desmontaje del IRPF. Nuestro contertulio Pericles le puso la letra adecuada a una música que sonaba desafinada, porque no éramos pocos los que nos preguntábamos en qué consistía el truco de magia, pues los estados sólo pueden gastar lo que ingresan. El resto se llama déficit. Sin embargo, no estoy seguro de que el mensaje no vaya a calar en cierta parte del electorado, el que vota más movido por la fe que por la lenta digestión de los programas electorales, un electorado que necesita que le hagan promesas (¡miénteme, pinocho!) para llegar al orgasmo de las urnas.

Y recordaba que durante toda mi niñez y adolescencia, en aquella España autárquica donde el más tonto hacía aviones porque no teníamos dinero para comprar los que volaban de verdad, había una noticia recurrente que de vez en cuando asomaba a las pantallas del NODO, el boletín cinematográfico del Régimen, de pase obligatorio en todos los cines. La noticia era que un ingeniero o mecánico español (cada vez se trataba de uno distinto, creo recordar) había inventado el motor de agua, un motor que no contaminaba y que nos habría de liberar definitivamente de nuestra dependencia del petróleo. Era una falsa noticia, como las falsas apariciones de la Virgen, pero nos cargaba las pilas de ilusión durante una temporada.

Estos herederos del NODO (por el que tanto hizo su presidente de honor, Manuel Fraga Iribarne) no olvidan que, por absurda que sea una promesa, siempre hay alguien dispuesto a creerla si le sirve para mitigar su desesperación. Las religiones son el compendio más enrevesado de esas promesas absurdas, y ahí las tenéis, hay más gente enganchada a ellas que a la lotería de Navidad.

Y como nos han enseñado que creer en cosas raras no es una estupidez sino una virtud (la virtud es la fe, no el trabajo concienzudo de la razón), los partidos suelen caer en la tentación de manipular la credulidad del ser humano con promesas simplemente estúpidas, o imposibles de cumplir, o, lo que es peor, que esconden una letra pequeña inconfesable, esa letra que nos ha descubierto Pericles.

Pueden anunciar, como el PP, que han inventado el motor de agua mediante el cual los mileuristas (los que no alcanzan los 16.000 euros al año) no tendrán que pagar ni un duro por el IRPF si el PP llega al gobierno. No dicen cómo, y hay sobradas evidencias en los EE.UU de que medidas similares acabaron provocando un déficit colosal del estado.

Una promesa que recuerda apestosamente al fraude de Afinsa y Fórum Filatélico, donde a los inversores se les prometían beneficios disparatados. Hasta que se descubrió el truco. El beneficio de unos pocos lo pagaban con creces los demás inversores.  Digo, votantes. ¿Quién va a pagar el IRPF que no recaudarán de los mileuristas?

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Meditación para hoy:

Supimos hace unos días que el gobernador de Brasilia, el distrito federal de Brasil, había prohibido el uso del gerundio en los escritos oficiales, harto de que sus consejeros escondiesen los retrasos en sus departamentos tras un bosque de gerundios: estamos «haciendo», «enviando», «preparando»... pero nadie usaba el participio para decir que está «hecho», «enviado», «preparado». Él sabe que los gerundios en la Administración a menudo ocultan que el trabajo ni se ha empezado. También conocimos el otro día que la guerra de Irak tuvo su comienzo en un gerundio, cuando Aznar, tras la reunión con Bush donde se tramó el ataque sin el consentimiento de la ONU, declaró aquello (con un impecable acento tejano que nos hizo dudar sobre la buena marcha de su salud mental) de «estamos ‘trabajando’ en ellou». Ahora, Durao Barroso, hoy presidente de la Comisión Europea, y entonces primer ministro portugués, se siente engañado por haber recibido información falsa en la cumbre de las Azores que él organizó. Sobre todo, por la insistencia del hombrecillo insufrible. Al fin ya sabe que el gerundio servía para esconder que ni Bush ni Blair, ni mucho menos Aznar, estaban «trabajando» en absoluto por la paz.

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