Fuego amigo

Aznar quiere divorciarse... de todos nosotros

Cuando leí que corrían rumores de que el matrimonio formado por José María Aznar y Ana Botella se deshacía, inmediatamente supe que era un bulo. Lo mío no es fe, es análisis. Por lo que a mí respecta, yo sé que su matrimonio es indisoluble. Porque, al igual que ocurre con los grandes clubes de fútbol, que son más que un club, lo suyo es algo más que un sacramento, más que un club para traer hijos al mundo, lo suyo es una sociedad limitada para la venta masiva de ideología neocon, el escaparate de la familia cristiana que monseñor Rouco no consentiría jamás que se lo desmantelaran.

Yo no sé de dónde habrá partido el rumor, quizá desde dentro del partido para que deje de dar la coña con sus prédicas desde la FAES (Falange Española), que están amargando la peregrinación de Rajoy y Ruiz Gallardón a la compostela del centro reformista.

O quizá es que alguien ha visto que, de tan reformista, Aznar se ha pasado en las reformas de su imagen, adoptando ese tono de cagasentencias insufrible, ese entornado de ojos, ese pelo vaporoso de jovencita de la tribu de las pelotocas... Y lo que ocurre es que tanto retoque, tanto cambio radical es como una sirena de alerta para los expertos en imagen de su propio partido. Esa es la clave.

En llegando a este punto debo confesaros que di clase de imagen personal para ejecutivos durante varios años, y no os podéis imaginar lo que me divertí con el experimento. Y uno de ellos, el primero que ejercitábamos, era cómo disimular las infidelidades de pareja, cómo ocultar pistas ante la esposa o el esposo si alguno de ellos decidía incorporar a su vida una aventura extramatrimonial, o, simplemente, un amante fijo de buen ver.

Nuestro lenguaje más primario es el corporal, el primero que hablamos en la infancia. Una vez dominamos el lenguaje hablado, vamos perdiendo o reprimiendo, por considerarlo inservible ya, ese lenguaje animal y primario. Pero para nuestra desgracia, el cuerpo sigue hablando a pesar de nosotros, contradiciendo más de una vez lo que expresamos a viva voz. Los grandes actores son precisamente los que han aprendido a acompasar los dos en perfecta armonía. Es más, los grandes seductores hablan y exageran más con el leguaje corporal que con el verbal, porque el destinatario del mensaje no se da cuenta de que le están manipulando.

A lo que íbamos. En aquellas primeras lecciones ensayábamos cómo evitar comportamientos sospechosos, como el cambio repentino en la pulcritud de la vestimenta, en las costumbres, en aficiones hasta entonces desconocidas para el otro cónyuge, una sobreactuación en las conductas higiénicas, esa manera de preocuparse obsesivamente por unos tomates en los calcetines que antes disculpábamos porque no se veían, las pelotillas de los jerseys en las que apenas reparábamos, los pelos del entrecejo y de las orejas que disculpábamos por pereza...

Por eso cuando me llegaron los rumores sobre los socios de Fazmatella, los Aznar-Botella (un chiringuito que ya ingresa cerca de tres millones de euros a fuerza de vender su basura facciosa y cavernaria), inmediatamente comprendí que José María  Aznar jamás le pondría los cuernos a su amante esposa. Estaba, eso sí, cambiando de imagen, preparándose para cometer el gran engaño, pero nunca dudé de que lo que pretendía es lo que al fin ha conseguido en realidad: divorciarse de todos nosotros, excepto de su socia.

 

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