Fuego amigo

Los poderes del estado de putrefacción

 

A los tres poderes del Estado consagrados por la Revolución Francesa, el ejecutivo, el legislativo y el judicial, hace tiempo que se les ha unido un cuarto poder, el de los medios de comunicación, poder posiblemente inventado por los propios periodistas para magnificar una influencia que no siempre les concede la sociedad. Y entre las consecuencias perversas de su complejo de inferioridad, de creerse sus propias mentiras, está la aparición de compañeros que acumulan presuntos dossieres contra los representantes de los otros tres poderes con el fin de chantajearles (Mariano Rajoy pasa por ser una de sus víctimas favoritas).

 

Ayer, entre los estertores de la Bolsa, apenas nos llegaban las noticias de que habían pillado con las manos en la masa a los representantes de los dos últimos poderes, ninguno de ellos, por cierto, ajeno a la campaña electoral que dirimen los dos primeros. 

 

Telemadrid, esa cueva de producción de noticias falsas al servicio (vicio, vicio, vicio... va rebotando el eco) de la extrema derecha de la lideresa Esperanza Aguirre, esa televisión que ha sido denunciada por falsedad reiterada ante la Comisión Europea por sus propios trabajadores, tomados como rehenes de los comisarios políticos del PP, esa televisión, digo, fue nuevamente desenmascarada por falsear un reportaje en el que se pretendía demostrar que el aeropuerto de Barajas era un coladero de inmigrantes ilegales, una de las obsesiones, como se sabe, de la presidenta de Madrid, para cuya mayor gloria mienten y trabajan en la casa un grupo de periodistas elegidos.

 

Ayer también, la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional reconvenía al juez Grande-Marlaska, que sueña con ser juez estrella y garzón (DRAE: Joven mancebo, mozo), por la disparatada sentencia sobre el accidente del Yak-42 en el que murieron 62 militares españoles cuando era ministro de la cosa Federico Trillo, miembro del Opus Dei que aún no sabe que mentir es pecado. Lo más llamativo es que sus compañeros dicen que Marlaska ha hecho mal su trabajo y que ha actuado de forma "injusta, contradictoria e incorrectamente". El juez había archivado en junio la investigación del accidente sobre las presuntas irregularidades en la contratación del avión por "la ausencia de criminalidad por parte de funcionario español". 

 

Ahora sus compañeros conminan a Marlaska a que abra nuevamente el sumario y continúe con la investigación. Y esta última parte es la que no entiendo. Entiendo, sí, que un juez esté influenciado por su ideología como una fuerza insuperable que le puede poner al borde de la prevaricación misma, pero no me explico cómo los jueces de la Audiencia Nacional pretenden que el zorro continúe guardando las gallinas. Pero así están las cosas.

 

Si un juez es injusto, y los periodistas inventan las noticias, malos tiempos vienen para la lírica, y no sólo para el pobre (cada vez más) Ibex-35.

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