Fuego amigo

Los buitres esperan impacientes

Hoy hemos vivido un ejemplo perfecto de cómo las formas en política pueden invalidar el fondo. Tenemos a dos islas canarias ardiendo casi por los cuatros costados. En Tenerife se ha perdido ya un tercio de la superficie arbolada de la isla. Miles de personas han tenido de que ser evacuadas de sus casas. Cientos de ellas han perdido su hogar. Y en medio de la tragedia, como buitre contemplando impaciente la agonía de la presa, Mariano Rajoy, como siempre, esperando levantar la mejor parte de la tajada.

Rodríguez Zapatero, que mañana tenía previsto ir a Barcelona para seguir desde cerca los flecos dejados por el apagón colosal del otro día, cambia el rumbo para reunirse con el presidente canario, Paulino Rivero, y coordinar los trabajos de extinción con las autoridades de la Comunidad Autónoma. Ambos presidentes estuvieron hoy en permanente conexión, según declaró el propio Rivero. Hasta aquí todo normal.

Y en éstas, Mariano Rajoy arrimando el ascua del incendio a su partido. Ya que las chuletas políticas no quedaron lo suficientemente tostadas en el incendio de Guadalajara de hace dos años, donde a puntito estuvo de llamar pirómano a Rodríguez Zapatero, el buitre da la penosa impresión de que tan sólo espera a ver si con un poco de suerte en Canarias se quema algo más que el monte. Hay que ir acostumbrándose a que cada catástrofe en este país lleva de premio añadido el espectáculo majestuoso del vuelo rasante de los buitres sobre su presa calcinada.

Mariano, aquel Mariano que "gestionó" la crisis del Prestige, la mayor catástrofe ecológica de nuestra historia reciente, con decisiones, todas equivocadas, que extendieron y multiplicaron al infinito lo que en un principio había sido un accidente, este mismo Mariano que siguió de ministro durante dos años más con la imaginación abotargada por los efectos del fuel, ese Mariano, y no otro, es el que acusó ayer al gobierno de Zapatero de "ineficaz" e "incapaz de dar respuesta" a problemas como el de estos incendios. Ese mismo Mariano descubre ahora que "la gente lo que quiere es eficacia y que, cuando hay un problema, haya un Gobierno que esté a la altura de las circunstancias".

Por eso pide ahora lo que sus gobiernos, aún con el Prestige delante de sus narices, no pusieron en marcha entonces. Dos años, desde 2002 a 2004, no les parecieron suficientes para preparar un borrador que presentar en el Congreso de los Diputados. ¿Y qué pide Mariano? Pues posiblemente algo con mucho sentido común (hay días en que amo a Mariano): una especie de Centro Nacional de Gestión de Crisis.

Cierto que en su boca, y tal como lo planteó en su letra pequeña (la boquita pequeña de Mariano) suena una vez más a reivindicación centralista, como dando a entender que hay cosas demasiado serias como para dejarlas en manos de esos gobiernos de juguete que son las autonomías, a las que un patriota español (¡Paña!) tanto desprecia en la intimidad.

Por las formas pierde el líder de la oposición los papeles. En lugar de introducir un debate sereno, trabajando en la trastienda a los demás grupos políticos, un debate en el que se consideraran los pros y contras de la creación de esa especie de fuerza de choque, o fuerza de intervención rápida en grandes catástrofes, prefiere perderse en la farfolla verbal, agresiva, inculpatoria, a la que nos tiene acostumbrados. Y sobre todo, con esa amnesia política tan preocupante.

Para una vez que podría estar de acuerdo con él, le pierden sus malas maneras. ¿A quién puede extrañarle, pues, que en la última encuesta del CIS Mariano Rajoy sea el líder peor valorado, con un suspenso de esos que a alguien con vergüenza torera llevaría a presentar la dimisión de todos sus cargos?
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P.S./ Miguel en Canarias, ¿estás bien?

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