Fuego amigo

Este festival mola mogollón

Yo era un niño todavía, y el Festival de Eurovisión ya habitaba entre nosotros. En mi casa no había televisor, pero para los acontecimientos especiales a mis hermanos y a mí nos dejaban ir al Liceo, una sociedad de la que eran socios mis padres. Un televisor en blanco y negro presidía una sala repleta de sillas que se llenaba de gente, por ejemplo, en la retransmisión de aquel festival de la canción que nos recordaba tímidamente nuestra pertenencia a Europa. Eran años de autarquía en los que apenas se nos abrían las puertas para exportar fútbol, lolailos y lalalá.

Tardó tan sólo unos años en convertirse en el escaparate de las distintas formas de entender la política. Los votos, como en un remedo de la ONU, se agrupaban en bloques, los países mediterráneos por un lado, los escandinavos por otro, los de influencia anglosajona por otro. Pronto, la calidad de las canciones pasó a un segundo plano para convertirse en una sesión de tortura. Según la caspa musical iba creciendo año tras año, muchos pensamos que había que acabar de algún modo con ese vestigio del pasado.

Y de pronto nació Chiquilicuatre, nuestra esperanza. Hacía años que aprovechaba la retransmisión de este Festival para irme al cine. Pero el sábado me quedé imantado ante el televisor con la ilusión de ver cómo esa bomba de relojería que es el Baila el Chikichiki estallaba en plena sesión y acababa para siempre con la caspa dura musical. Algo así como un caballo de Troya que llevase en su interior un regalo envenenando.

Esperaba ver a los espectadores tirándole tomates, saltando al escenario y tomando como rehén al impostor musical, un follón retransmitido en directo a todo el orbe, que sirviese de disculpa para clausurarlo de por vida. Todavía tenía fresca la escena de Génova 13 Rúe del Percebe, donde las masas salidas de misas abucheaban al que consideraban líder impostor. En Madrid gritaban "el alcalde, ese amigo de los socialistas", o bien "Esperanza es una heroína, defiende España".

Pero nadie, ni Gallardón, ni Esperanza, ni los espectadores europeos defienden ya a España. El festival lo gana una canción que es un plagio de otra de Cat Stevens, y en el PP gana, por ahora, un plagio del hombrecillo insufrible. Y mira que era buena la idea del Chiquilicuatre.
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Meditación para hoy:
Los del diario Público me han pedido un divertimento sobre Génova 13 Rúe del Percebe. Lo hemos hecho entre Ibáñez (en mi corazón) y yo, a medias. Podéis verlo en el periódico escrito y en la web. Para que os relajéis

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