Fuego amigo

IU se está resfriando con tanta corriente

Ni el Partido Popular es popular, ni el PSOE es obrero, ni la Izquierda está Unida. Quizá los partidos que anuncian su mercancía en las siglas padecen los mismos males que la sociedad de consumo en la que se desenvuelven: no todo lo famoso es popular, no todo el que trabaja es obrero, no toda la izquierda es comunista.

El caso de Izquierda Unida es el más extraño de todos ellos. Nacido hace 22 años de una amalgama de partiditos (hasta había en la coalición un partido Carlista, algo que a las puertas del siglo XXI se me antojaba de lo más exótico y extravagante), aglutinados férreamente alrededor del Partido Comunista de España, el más disciplinado y estructurado de cuantos nacieron en el siglo pasado, funcionó como la marca blanca del PCE. Fue una refundación oportuna y electoralmente provechosa, pues las siglas desnudas de un partido comunista levantaban por entonces serias reticencias entre los votantes de los países democráticos por culpa de lo que dio en llamarse el socialismo real de las dictaduras comunistas.

Julio Anguita, por entonces alcalde de Córdoba, llevó a la coalición a sus momentos de mayor gloria electoral, hasta que su débil corazón mandó parar. Tuvo el mérito de encauzar el sentimiento mayoritario de una izquierda republicana que buscaba una cierta venganza histórica, y al mismo tiempo fue el autor de uno de los cálculos políticos más torpes en la búsqueda desesperada de una identidad que diferenciara a IU del PSOE. La teoría de "las dos orillas" y "la pinza" con el PP de Aznar contra Felipe González, con la connivencia de lo más exquisito e inmoral de la prensa aznarista, marcó el declive de IU, y aún hoy lo están pagando.

He visto a Julio Anguita proyectando su sombra en la IX Asamblea General que debería haber nombrado un nuevo coordinador. Hace unos meses, ante las turbulencias en el seno de la coalición, provocadas por las distintas corrientes internas, Anguita hablaba de refundar IU, tras haber acusado a Llamazares de seguidismo del PSOE.

Refundar la coalición. Como Sarkozy, que quería refundar el capitalismo. Reinventarse como un proyecto político necesario, imprescindible en una economía global donde los valores de la izquierda corren el peligro de ser comprados por la familia Botín.

Lo de Izquierda Unida fue imposible. Antes de redefinir el papel de ese concepto tan inconcreto llamado izquierda (hasta el PP se sueña últimamente de izquierdas) se necesita un líder que coordine los debates, que fije los objetivos para el siglo XXI. Pero este fin de semana allí sólo había un partido, el PCE, y varias "corrientes" que apenas lograron pactar el nombramiento de la mitad de los miembros del Consejo Político con el que tirar los próximos meses. Una asamblea que sirvió para demostrar que sin la disciplina del PCE, las corrientes de IU sólo sirven para resfriarse. Y eso no es nada bueno, porque se avecina un largo y gélido invierno.
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Meditación para hoy:

He visto por televisión las imágenes de la tortura del toro de Medinaceli. Al ver al público entregado en un festejo que a mí me parece un acto de barbarie, me pregunto si el raro soy yo. El alcalde del pueblo, para adornarlo con la pátina de la "tradición", como si la tradición pudiese justificar cualquier conducta humana, como la costumbre de la ablación o la lapidación, daba a entender que este aquelarre de torturadores ya viene heredado de los íberos. Es imposible que tanta gente esté equivocada, y menos gente tan culta y civilizada como los íberos. Así que algo habrá hecho el toro que a mí se me oculta.

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