Marcha a Bruselas

La partida (comienza la marcha)

Empezamos nuestra aventura. La Plaza del Pilar de Zaragoza vacía a primeras horas de la mañana nos acoge en su inmensidad. El viento, nuestro Cierzo, también ha querido venir a despedirnos. Aquí estamos, preparados para partir, el ánimo alto y las fuerzas a tope.
Abandonamos una Zaragoza somnolienta, luminosa y ventolera, tal como es el carácter de sus habitantes, esos que en más de una sesentena nos acompañan en esta primera etapa de nuestro recorrido hasta Bruselas.
Veo que en en el grupo están nuestros amigos marchistas pero también representantes de partidos políticos, sindicales, vecinales y ecologistas. Entre ellos distingo a Abdoulaye, mi buen amigo senegalés. También él se ha querido sumar a esta marcha en representación de sus compañeros de la Red de Apoyo a los Sin Papeles. Si ser extranjero en España es difícil, no tener papeles ni trabajo, es vivir en el filo de la navaja.
Abdoulaye como buen musulmán observa el Ramadan y realizar la Marcha es un esfuerzo doble, pues no puede comer ni beber hasta la puesta del sol. Su sonrisa, su timidez y sobre todo su bonhomía nos acompañaran estos días.

Atravesamos la estepa aragonesa, batida por el Cierzo y reseca tras los calores de los últimos días. Divisamos un tractor que al llegar a nuestra altura rompe el eje y las piezas que lo sostienen salen disparadas en todas las direcciones. Algunas pasan entre los compañeros que de milagro salen indemnes.
Inmediatamente se produce un incendio en el ribazo más cercano y todos corremos a ayudar al pobre agricultor que ve como en un momento y gracias al viento toda una zona de más de 100 metros a lo largo de la vía prende como la yesca.
Una acequia y unos cubos nos ayudan a sofocar este incendio que marcará nuestro primer día de ruta.
Solo alguna camiseta chamuscada y dos dedos de un intrépido "bombero" serán los perjudicados.
Ya tenemos nuestra primera anécdota. Muchas otras habrá que sin duda iremos contando a lo largo de estos días.

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