Marcha a Bruselas

Camino de Rosas

Ana Cuevas

Camino de RosasCreo que lo mejor será que no deje que se me pierda la mirada en el horizonte estepario de esta tierra. Es mejor concentrarse en pequeños tramos y dejar que las piernas sigan haciendo su trabajo El colorista grupo que recorre la segunda etapa de la Marcha a Bruselas, avanza hacia Huesca escoltado por un racimo de nubes negras, tan amenazadoras como los motivos que nos han empujado a comenzarla. Pero quizás, si apretamos más el paso, podamos dejar atrás la oscuridad que amaga con alcanzarnos.

-¡Estáis completamente locos! ¿Qué pensáis conseguir con todo esto?

Esta cantinela martillea en mi cabeza mientras camino. Lo hemos escuchado desde el mismo momento que lanzamos la idea de esta iniciativa. Todo el pesimismo y resignación que encierran estas palabras me estimulan a aligerar el paso hasta incorporarme más adelante, en la hilera de los peregrinos a Bruselas. A la altura donde, mi hijo Nacho y otros muchachos, caminan despreocupados y entusiastas sin perder la sonrisa a pesar de los tirones y las ampollas que ya empiezan a darnos algún que otro problema. A la vuelta, como a muchos jóvenes de su edad, le espera la precariedad laboral alternada con una permanencia intermitente en las filas del desempleo. Pero, cuando marchamos, todo esto va quedando atrás enredado en la masa de negros nubarrones que nos persiguen con el mismo propósito de engullirnos. Y mientras nos acercamos a Huesca, que hoy finaliza sus fiestas regionales, no puedo evitar que una cancioncilla me inspire para caminar con redoblado esfuerzo: "Camino de rosas/ camino de flores/camino, camino/ que a mí no me jo.../.

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