Marcha a Bruselas

Entre vacas y lagos siempre hay un camino para perderse

MARIBEL MARTÍNEZ

Como en el juego de la oca, cada día, vamos saltando de lago a lago, de camping a camping, sin casi tiempo para asimilar todo lo que vemos y sentimos por estas carreteras francesas. Sin posibilidad de absorber en un día tanta belleza, de vez en cuando como hoy domingo 5 de septiembre, tenemos unos momentos de tranquilidad y descanso.

Tranquilidad para poder poner en orden nuestra revuelta existencia, siempre caminando o de reuniones con nuestros acogedores amigos franceses. Y de descanso, ¿quién dijo descanso?, para tratar de ordenar ese informe revoltijo en que se ha convertido la mochila, lavar la ropa, -esa que nunca parece que llega a secarse- o para algo tan deseable como poder leer un rato.

Son estos momentos los que me hacen reflexionar en la apacible existencia de unos animales tan bellos y poco apreciados en nuestro país como son las vacas. ¡Pensando en vacas!, Anda Maribel que estas ya un poco gagá me dicen El Negro y Luís, riéndose de mi.

La campiña de la Haute Vienne está plagada de unos bellezones de la raza limousine, marrones claras y con unos ojos preciosos. Cuando pasamos junto a ellas, a veces me sorprendo pensando en lo apacible de su vida, añorando infinitamente esa tranquilidad de la que no disfrutamos.

Lindas vacas paciendo por los verdes prados ¿Se puede pedir algo más bucólico? Pues si amigos, lo hay. Preciosos lagos, unos con su camping, otros más salvajes, todos acondicionados para disfrutarlos Tras la etapa del día, nada mejor para nuestros doloridos píes que un chapuzón en cualquiera de ellos.

Ayer en Limoges participábamos en una multitudinaria manifestación contra la xenofobia cada vez más escandalosa del gobierno de Sarkozy. La crispación se respira en el ambiente, Monsieur le President se encarga de calentarlo. Amigos y compañeros franceses te acogen y miman, compartiendo sus problemas y las posibles soluciones. Pienso que hay esperanza para esta maltrecha Europa.

Hoy paz y sosiego. Vuelta a la carretera, atravesamos los bosques de Armazac, un macizo montañoso plagado de verdes bosques y lagos. Nada mejor que la contemplación de tanta belleza para atemperar los ánimos, encontrarse con una misma, meditar y asimilar las recientes experiencias

Mis ampollas merecen este regalo, ya que de los árboles recibimos una lluvia de bellotas que rebotan en las tiendas. Pena no ser ardilla, ¿no les parece?

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