Marcha a Bruselas

On the road

MARIBEL MARTÍNEZ

Las largas e infinitas carreteras de la Francia interior, son como cintas sin fin en las que los caminantes pierden la noción de los kilómetros y del tiempo. Envueltos en la neblina de la mañana caminamos sumidos en nuestros pensamientos. Cada uno afronta el camino a su manera, todas las armas son buenas compañeras de viaje en esta rutina que supone caminar cada día una decenas de kilómetros en pos de la cita con la siguiente etapa.

Nuestro compañero Abdoulaye anda estos días un poco enmorriñado. Habitualmente poco hablador y un tanto tímido, está más callado de lo habitual. ¿Qué te pasa Abdoulaye?, le preguntamos. Él con una gran sonrisa nos responde que nada y sigue como siempre caminando en primera línea, sacándonos a todos una buena distancia. No se si como todos empieza a echar en falta a la familia y amigos, o tal vez sea el otoño que ya ha tomado posesión de la campiña. No sabemos, pero lo cierto es que estos días Abdoulaye y también todos andamos un poco enmorriñados.

Ya son muchos los días en la carretera, muchas las sensaciones y sentimientos, muchas las ampollas y el cansancio. Esa mezcla que te hace levantarte todas las madrugadas, emprender la marcha y llegar a destino cansados, felices y sobre todo satisfechos por cumplir una nueva etapa. A veces esa larga y aburrida carretera te depara alguna sorpresa. Ayer nos cruzamos con un grupo de motoristas que como nosotros también recorren las carreteras francesas.

Mucho antes de verlos, ya se podía escuchar el rugido de sus motos. Subidos a estas normes y potentes máquinas, son los nuevos caballeros andantes de la carreteras. Enfundados en sus trajes negros de cuero y parapetados tras sus cascos, nos rebasaron , saludándonos y haciendo sonar sus bocinas. Unos kilómetros más adelante, en un bar de carretera, nos los volvimos a encontrar.
Curiosa situación cuando se cruzan dos formas tan diferentes de abordar el camino. Ellos, devorando el asfalto, con la velocidad como enseña. Nosotros, tranquilos caminantes, vestidos con nuestros chalecos naranjas y con todo el tiempo del mundo para realizar nuestro objetivo.

Al vernos nuevamente, sin palabras, una sonrisa de complicidad se dibuja en las caras de ambos grupos. Entendemos la vida de manera diferente, nuestros objetivos pueden no ser los mismos, pero mientras recorremos la carreteras, algo nos unes. Todos estamos "on the road".

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