Marcha a Bruselas

Esa muchachita de Orleans

MARIBEL MARTÍNEZ

Mírenla, que modosita. Viéndola ahí, parece una muñequita, tan tranquila, tan dulce. Pero no, no se engañen, es Juana de Arco, la mujer que en el siglo XV, entre 1429 y 1430, durante el sitio de Orleans, tomó el mando del ejército francés y para vergüenza de caballeros y prelados, expulsó a los ingleses. Cosas de la guerra de los 100 años.

Esta jovencita, aparentemente cándida y tímida, se puso el mundo por montera, bueno, en realidad lo que se puso fue la armadura, y al frente de las tropas del rey Carlos VII, puso Francia patas arriba y a los pérfidos ingleses "pies en polvorosa"

Todos conocemos la historia de esta mujer que ni era de Orleans y ni tampoco fue juzgada y quemada aquí. Ya ven que me he leído su historia. Sigo: fue quemada en Ruan y a manos de sus enemigos los ingleses .Estaba muy mal en esa época perder una batalla y más si era una mujer quien mandaba. Ya ven como se las gastaban en aquellos tiempos con las derrotas guerras, claro que a los prelados ingleses, instigadores del juicio, que fuera una jovencita iluminada quien les ganara la partida, no les hizo ninguna gracia. Tras detenerla, acusada de brujería y herejías mil, la quemaron en la hoguera para escarmiento y aviso de cualquier otra osada fémina. Cosas de la historia.

Orleans, ciudad agradecida con su defensora, la reconoce como su patrona, siendo el emblema de la ciudad. Entre las muchas representaciones que a cada momento vemos, dos estatuas la recuerdan. Una delante del antiguo Ayuntamiento, la presenta modosa y femenina, casi una niña, curiosamente y según dicen, obra de la princesa Marie, hija de uno de los muchos reyes Louis Philippe que hubo por aquí. La otra en la plaza del Martirio, a caballo y en actitud guerrera, metamorfoseada en un general victorioso tras el sitio.

Ante la estatua de esta victoriosa y aguerrida mujer nos damos cita los marchistas y nuestros amigos franceses a la llegada a Orleans. Hacemos nuestra entrada a lo grande, por el puente Real de George V, que cruza el magnífico río Loira. Anda, que no estamos aprendiendo historia y geografía estos días. Caminamos por sus calles mientras por la megafonía de nuestros amigos se escuchan canciones de Lluís Llach, Paco Ibañez u otras más antiguas de la II República y nuestra guerra civil.

¡Cuánto les gusta a los galos la música española!, le digo a mi compi Maribel. Qué va, lo que pasa es que son encantadores y nos reciben a los sones de lo que piensan que nos caracteriza, me contesta. Y así, entre músicas españolas, a ratos cantando y coreando consignas en francés, con lo mal que lo hablamos, recalamos en la plaza del Martirio.

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