La periodista Laura Martínez (València, 1994) nos cuenta en Desde la trinchera: microbatallas feministas’, su primer libro publicado por Catedral Books, que "no busca crear un marco teórico, ni resolver los grandes dilemas, ni refutar las bases del feminismo o establecer las directrices de la lucha contra el patriarcado. No es tampoco un manual de feminismo, una guía para iniciadas o un diario. Es un conjunto de vivencias que lleva lo personal a lo político, lo doméstico al espacio público". Es un buen resumen para hacernos a la idea de qué vamos a encontrar en sus casi 200 páginas. Historias personales que se mezclan con piezas periodísticas y que narran los problemas y los dilemas a los que se enfrenta la autora (y muchas otras mujeres) en el día a día.
Este libro bebe mucho de otras autoras, tanto de escritoras como de periodistas, a las cuales cita a menudo para explicarnos sus puntos de vista de la lucha feminista. También hay textos que nos hablan de lucha de clases, porque entiende que esta batalla es también es contra la precariedad y la desigualdad económica. Pero, sobre todo, tiene mucho trabajo periodístico y contrasta cada información con datos y estudios que demuestran la necesidad urgente de un cambio social y económico.
Es con las historias más personales como se construye un relato conjunto. La historia ha demostrado que, de las vivencias del día a día, se extraen grandes lecciones que sirven para abrir nuevos caminos. Nos habla para Público desde su trinchera porque, como dice en el primer capítulo, no quiere concesiones, lo quiere todo y lo quiere para todas.
Tu libro se titula "Desde la trinchera". ¿Por qué has decidido utilizar un término bélico para titularlo?
El feminismo, en cierto modo, plantea una batalla a un sistema patriarcal y capitalista, y me gustaba esa idea de ‘trinchera’ como un espacio en el que estar con compañeras y compañeros para pasar al ataque y para defenderse.
"A nosotras no nos ha tocado defender el voto, ni el derecho a la educación. No seremos la generación de las sufragistas ni la que queme sujetadores en la calle. Nos han tocado tareas más difíciles porque son menos obvias", ¿qué te lleva a hacer esta reflexión?
Es complicado, porque nosotras hemos llegado a un punto en el que tenemos unos derechos que, más o menos, se reconocen como básicos y el punto de partida es diferente. Para una parte de las mujeres, claro. Porque hay otras, como son las mujeres migrantes, que en el Estado español no tienen los mismos derechos que las mujeres con nacionalidad española.
Quería expresar que el feminismo sigue teniendo unos retos que son muy importantes, pero que ya no son el derecho al voto o a la educación. Ahora se trata de avanzar en el cambio de sistema. Conseguir una igualdad de la representación, conseguir que se nos acepte como iguales en la vida pública, porque todavía nos enfrentamos a un montón de violencias diarias, que antes se llamaron micromachismos, pero que en realidad de micro no tienen nada.
No es que sea tarea más fácil o difícil, es que son otras luchas. Tenemos que hacerlo contra la precariedad, contra la mercantilización de todos los ámbitos de la vida, contra no tener que cargar siempre con los cuidados...
A lo largo del libro asocias de manera indisoluble el feminismo a la lucha de clases. Aseguras que "sin igualdad económica, no hay igualdad real" y criticas el feminismo liberal de Ciudadanos o Ana Botín. Como afirmó Angela Davis, ¿consideras que el feminismo debe ser antirracista y anticapitalista?
Sí, rotundamente. El feminismo está muy ligado a la lucha de clases, no se puede desligar. Porque, como hablábamos antes, se trata de conseguir un cambio radical del sistema, el cual tiene ciertas opresiones que afectan a la clase trabajadora, afectan a las personas migrantes y afectan a las mujeres. No puede ser que sólo queramos cambiar el mundo en un cachito, en el cachito que nos afecta a nosotras. O el cachito que afecta a unas mujeres que están en mejor posición que otras.
Ana Botín tiene una idea del feminismo en el que el empoderamiento femenino es que seamos todas empresarias y jefas y estemos en la parte alta. Yo tengo una idea de feminismo que implica mejorar las condiciones de vida de todas las personas. Se deben superar estas barreras que tenemos las mujeres, pero también deben hacerlo las mujeres que no tienen papeles; las mujeres que están en el último escalón. No se trata de que seamos las dueñas de una gran empresa que ejerce violencia contra sus trabajadores.
"Ana Botín tiene una idea del feminismo en el que el empoderamiento femenino es que seamos todas empresarias y jefas y estemos en la parte alta. Yo tengo una idea de feminismo que implica mejorar las condiciones de vida de todas las personas"
En el capítulo "Bares, qué lugares: Hablemos de acoso y cosificación" tratas el machismo en el ocio nocturno donde, además de las discotecas o pubs, también hablas de espacios festivos de la izquierda. Actualmente, ¿existen espacios de ocio mixtos libres de violencia machista?
Yo no conozco ningún espacio de ocio que esté libre de violencia machista porque, en realidad, ningún espacio de la vida lo está. Pero sí creo que los festivales de música y, sobre todo, los espacios más ligados a la izquierda han empezado a reflexionar sobre cómo se puede garantizar cierta seguridad a las mujeres, ya sea activando protocolos antiacoso o creando los Puntos violeta. Pero todavía hay algunos tíos que son muy resistentes a esto y que hablan de los Puntos violeta como una especie de policía nazi, que es un poco ridículo. Pero creo que, en estos espacios, cada vez está la gente más concienciada con que no puede ser que tú salgas a divertirte y te meta mano alguien.
Durante todo el libro hay menciones a las redes sociales. Algo obvio por la época en la que vivimos y también por tu edad. Encontramos referencias de todo tipo. Desde la autoestima basada en likes o los insultos por Twitter, hasta cosas positivas como unir el movimiento feminista a nivel global o el hashtag #cuéntalo que inició Cristina Fallarás. Justo esta autora, entre otras, ha hablado a veces del cansancio de las redes y de estar cerca de abandonarlas. ¿Consideras imprescindible para tu trabajo y para el feminismo estar en ellas?
Es muy necesario tener espacios de visibilización, pero hay que entender que Internet es una herramienta y se puede usar para hacer cosas muy buenas y, también, para hacer cosas muy malas. Lo que no podemos es confundir Twitter o Instagram con un gran foro porque, al final, son unos espacios que han habilitado empresas privadas que viven de captar nuestro tiempo y nuestra atención. Creo que el feminismo tiene que estar en internet y tiene que hacer esa divulgación. Si no fuera por mi trabajo como periodista o por estar en redes sociales habría muchísimas cosas que no conocería. Sería completamente distinta a como soy hoy y pensaría de otra forma.
El problema es pensar que toda la vida está ahí y dar por buenos algunos códigos. Me imagino que a mucha gente también le ha pasado durante la pandemia que, al estar encerrados, hemos dedicado más tiempo a según qué redes y hemos acabado saturadas. Hay una cantidad de violencia que es imposible de soportar. Hay veces que te dan ganas de silenciar determinadas palabras porque una no siempre está para recibir según qué cosas. A veces, si un tuit que escribo se hace un poco viral, lo silencio. O si alguien me insulta, lo bloqueo. No tenemos por qué estar aguantando todo.
Aunque el libro tiene una labor periodística y se respalda en artículos, cifras, estudios, etc., también hay parte de relatos personales. En cambio, aunque hablas mucho de la prensa y de los medios, de tu profesión hablas poco en lo personal. ¿Has encontrado un espacio seguro en tu lugar de trabajo o, al estar en activo, preferías no tratar ese tema?
En el periódico en el que trabajo he tenido muy buena acogida con mis compañeros. Todo el mundo puede tener actitudes machistas, pero aquí las hemos comentado, hemos hablado y hemos debatido. Noto mucha evolución, tanto en mis compañeros de diario como en otros compañeros de prensa. Una evolución de cómo pensaban hace 5 años a cómo piensan ahora. No lo digo por hablar conmigo, vaya, sino en general. Hay una evolución del periodismo hacia ese pensamiento más feminista, en algunos casos, y más abierto, en otros.
No me parecía justo decir algunas cosas, porque ya no son así. Te podría contar, por ejemplo, que esta mañana me ha llamado un tipo para vendernos una cosa, yo le he dicho que no y me ha dicho que ya llamaría mañana para hablar con mi compañero. Ese tipo de cosas podría haberlas contado sin problema ninguno, pero no me parecía justo viendo que muchos han hecho un esfuerzo por cambiar.
Además, el capítulo sobre medios de comunicación es uno de los que más me costó hacer porque no sabía cómo abordarlo. No quería ir a pontificar y vender que yo tengo una idea del periodismo súper ética y os voy a decir a todos lo que tenéis que hacer. Más que nada porque soy la primera que mete la pata todos los días. Tampoco quería centrarlo en la televisión y que pareciera que, porque trabajo en un periódico de izquierdas, puedo criticar la televisión. Ni quería sólo hablar de otras cabeceras. Creo que todo el mundo que tiene acceso a los medios de comunicación puede ver dónde está el machismo en ellos. No hace falta poner un ejemplo con nombre y apellidos.
En el epílogo afirmas que leer a feministas te ha ocasionado mucho dolor porque te han hecho verte "como esclava del sistema, como un borrego sin voluntad". ¿Qué buscas despertar con tu libro en las lectoras y los lectores?
Busco que genere cierta empatía porque parece que, cuando alguien te cuenta una historia personal, eres más dada a escucharla y a intentar reflexionar sobre ello. Yo entiendo que el libro se puede leer desde muchas perspectivas. Depende de si eres hombre, eres mujer o si eres mayor o más joven. Además, por lo que me ha ido llegando, no se entiende igual por una chica de 20 años que por una señora de 60. Busco que las mujeres que dudan del feminismo se animen. Que se animen a ver lo que es y ver cómo el feminismo puede mejorar su vida y la de todos los seres humanos. Busco que se sumen a la lucha feminista.
Comentarios
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