Memento

Manuel Pellegrini, militante del extremo centro

Manuel Pellegrini, militante del extremo centro
El entrenador del Betis, el chileno Manuel Pellegrini, durante el partido de semifinales de la Supercopa de España que enfrenta al Real Betis y al FC Barcelona- EFE/ Juan Carlos Cárdenas

Mientras medio mundo discute sobre la nueva canción de Shakira y Bizarrap, el fútbol sigue a lo suyo disputando una nueva Supercopa de España en Arabia Saudí.  Será la cuarta que se celebre en el país asiático, pese a lo incongruente de celebrar un torneo casero a miles de kilómetros, pese a llevar el fútbol español a una dictadura que no respeta los derechos humanos y pese a los audios de Piqué y Rubiales donde se demostró cómo se lucraban tanto sus ellos como los equipos que la disputan (algunos más que otros) por alejar del seguidor local esta disputa. Pese a que algunas voces siguen quejándose, sobre todo los seguidores, se ha asumido como tantas otras cosas, como al final se tragó con el Mundial de Catar. Por ello, la defensa de los derechos humanos en los medios es tibia, porque al final forman parte del show y este debe continuar.

Dentro de este mundo de declaraciones insulsas y cargadas de tópicos, ha aparecido en primera plana Manuel Pellegrini, entrenador chileno del Betis, que ha concedido una entrevista al diario ABC donde habla de fútbol, pero también de política. El titular ya es una declaración de intenciones donde el técnico afirma que "el fútbol no está para solucionar los derechos humanos". Vaya, pobrecitos. Unos de los fenómenos culturales más grandes del planeta, con la capacidad de influencia que tiene y esa gran presencia mediática no puede denunciar las atrocidades de determinados regímenes con lo útil que podría llegar a ser. Imaginamos que su sueldo depende de ello y es mejor callar. Pero se le olvida decir que el fútbol no estará para solucionar los derechos humanos, pero sí parece estar para blanquear dictaduras, gobiernos autoritarios que asesinan a civiles indiscriminadamente y que ejerce la violencia diaria sobre las mujeres y colectivos minoritarios. Para ese blanqueo están los primeros.

Pero tal vez Pellegrini hace esas declaraciones porque tampoco le parece mal lo que sucede en Arabia Saudí. Más adelante, en la misma entrevista, sobre el Golpe de Estado contra el presidente Allende y la dictadura, dice que "vino un golpe militar, que siempre son lamentables, pero en ese momento gran parte del país entendía que había que hacer algo" y añade que "la dictadura, claro, arrastra cosas que no son justificables, pero había que vivir los parámetros que se vivían en esos momentos en Chile". Ese "hacer algo" fueron 40.000 víctimas. Más de 3.000 muertos o desaparecidos según cifras oficiales. El final de un estado democrático y la implantación de una dictadura militar apoyada por EE.UU. Imaginamos que los parámetros que él vivía en Chile en ese momento eran los adecuados para que una dictadura le beneficiara personalmente.

No es de extrañar estas declaraciones si vemos las que hizo su madre, Silvia Ripamonti Barros, sobre el Golpe de Estado, al que califica de "un servicio que los militares hicieron al pueblo de Chile" y a los que llama "héroes sacrificados" por la "esperanza de una nueva patria y la libertad". El concepto libertad, tantas veces manido, usado esta vez para defender el asesinato selectivo de miles de personas. Como es lógico, con tales antecedentes, tampoco está contento con el estallido social de hace unos años que ha dado paso a la elección de Boric y la redacción de una nueva Constitución. No debe gustarle demasiado que se elimine la que hizo el salvador de Chile.

Por supuesto, las declaraciones de Pellegrini a ABC han tenido repercusión en su país pero aquí no han salido del diario cabecera de Vocento. Ningún medio se ha hecho eco, ni generalista ni deportivo. Imaginamos que si un entrenador dijera que la Revolución cubana fue necesaria porque había que hacer algo, sería portada, llenaría tertulias y seguramente podría costarle su puesto; o al menos le generaría la enemistad de muchos aficionados (propios y rivales), pero justificar una dictadura militar de extrema derecha no provoca ni una tímida reacción. Nada raro. El VAR dice que continúe el juego.

Lo que más me jode es el final de sus declaraciones. "Este sería mi objetivo análisis de Chile, porque yo soy neutral. No tengo color político". Otro militante más del extremo centro. Otro más que se define como neutral, que suele ser el sinónimo de ser más de derechas que Herman Tertsch. Esa neutralidad a la que le parece bien los golpes militares y jugar en país lejano que no respeta los derechos humanos. Esa equidistancia que le permite afirmar que "la historia ha sido siempre invasión, esclavitud, feminismo...siempre ha desunido". Si pone al mismo nivel la esclavitud y el feminismo, podemos imaginar que donde sitúa su ideología política por mucho que la vista de objetividad. Pero no pasará nada ni nadie se echará las manos a la cabeza. Porque el fútbol ya no llora, el fútbol factura.

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