Memento

El espíritu navideño y los TCA

El espíritu navideño y los TCA
Cena de Nochebuena.- PIXABAY

Reconozco que nunca he vivido con gran júbilo las navidades. Ser el pequeño de tres hermanos hizo que descubriera demasiado pronto que ni Papá Noel ni los Reyes Magos existen. Ni siquiera recuerdo la emoción de acostarme temprano para no entorpecerles el momento de su esperada llegada. Tampoco en casa fuimos mucho de poner el árbol, ni las luces, ni el belén. Había regalos, uvas y algunos detalles típicos más, pero no eran unos momentos especialmente celebrados en mi hogar. O al menos lo recuerdo yo así.

Estas fechas las comencé a disfrutar siendo más mayor. Primero en la adolescencia, porque nochebuena y nochevieja eran las dos únicas noches en las que podía salir hasta las tantas. También cuando comencé a ser yo quien podía decidir si se ponía un árbol, si se hacían regalos y con quién quería celebrar las cenas, los cambios de año y la alegría de juntarse en determinados días del calendario. Ya no era tan raro verme con un gorro rojo y aprovechar esos momentos para rodearme de gente que veía poco y disfrutar de cenas copiosas en buena compañía.

Pero desde hace tres años, desde que convivo con mi Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA), son momentos complicados de gestionar con normalidad y, muchas veces, he decidido que aislarme era la mejor solución. Cancelar todos los planes que no eran inevitables y alternar esos pocos atracones con ayunos y culpa. El espíritu navideño lo veía como una gran bola de nieve que venía hacia mí y no sabía cómo pararla ni cómo evitarla. Sólo quería que pasara dejando el mínimo daño posible.

En primer lugar, porque tenemos la manía de evitar silencios incómodos hablando del peso de las demás personas. Nuestra primera reacción al ver a una persona que hace tiempo que no vemos (y que sabemos de su vida sólo de forma superficial) es la de comentar su aspecto físico, sin importar si puede hacer daño o no. Cuando tienes TCA el comentario más común que sueles oír es sobre lo delgado que estás, insisten en que comas más, te preguntan cómo has hecho para adelgazar tanto. Mientras, mantienes una sonrisa forzada esperando que termine pronto ese incómodo protocolo inicial.

Después llega el momento de la comida o cena. Tu cabeza se vuelve una calculadora que empieza a contar las calorías de la mesa. Una cerveza 145, ese plato unas 300, ese otro unas cuantas más, los polvorones ni te cuento, ahora toca el cava, "¡hombre, una copa tras la cena siempre toca!" "Tú deberías comer más que mírate cómo estás" "¿De verdad que no tienes más hambre?" Bloqueo. Ansiedad. Ganas de que todo termine. Decides centrar todo tipo de interacción social en los días más marcados del calendario y el resto te aíslas, te flagelas, deseas que todo pase y vuelva el control a tu vida. A tu horario y a tu plato.

Desde que reconocí mi anorexia nerviosa y me tomé la licencia de hablar sobre ello, pienso que de las experiencias personales se hacen las historias colectivas y que, igual que a mí me ayuda narrarlo, a otra persona le puede ayudar leerlo. No creo que existan fórmulas mágicas para ayudar a una persona con TCA a llevar mejor estas fechas. Ni soy psicólogo ni experto, sólo paciente. Pero que todo no gire en torno al plato o al peso puede ayudar. Las personas tienen espejos en casa, no hace falta que les recuerdes su aspecto. También saben cuándo comer y cuándo parar. Y si comen poquito, no insistas en que coman más. En todo caso, preocúpate si existe algún problema tras esa poca apetencia.

Por suerte voy mejorando y afronto estas navidades con mayor ánimo pese a la maldita pandemia. Pero hay mucha gente todavía en el proceso de descubrir qué le pasa y comenzar a curarse. Por eso, ahora que son tiempos de deseos, al 2022 le pido una inversión real en salud mental que no deje a nadie atrás por su condición económica. También que el suicidio deje de ser la primera causa de muerte no natural de las personas jóvenes. En definitiva, que la alegría no la determine ni nuestro aspecto ni nuestra condición social. Que no vaya por barrios. Y si nos niegan nuestros deseos, pelearemos por ellos. Como siempre hicimos. Con decisión y a por todas.

Felices fiestas.

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