Memento

¿Cómo hacer periodismo sin redes sociales?

Una persona utiliza su teléfono móvil en la oscuridad.- Ishara S. Kodikara / AFP
Una persona utiliza su teléfono móvil en la oscuridad.- Ishara S. Kodikara / AFP

Hace ya varios años que ejerzo como periodista. Es cierto que menos de lo que me gustaría porque, por suerte, tengo otro trabajo que llena mi nevera, sacia mi ansia de escribir y me permite, igualmente, comunicarme con numerosas personas. Pero nunca he querido abandonar la profesión que estudié y que me apasiona. Siempre he intentado tener relación con ella, aunque fuera mínima y sin una periodicidad. He tenido la fortuna de poder escribir artículos en varios medios, realizar entrevistas, reportajes... Por lo general, sin grandes dificultades. Últimamente esto ha cambiado y aquí estoy, escribiendo sobre que no sé qué escribir.

No, no tengo tanta cara. Todo tiene una razón. Quería explicar que esto me sucede desde que tomé una distancia prudencial de las redes sociales. Hace ya bastantes meses que me alejé de ellas, principalmente de Twitter. Decidí desinstalarme la aplicación del móvil y entro con cuentagotas. Básicamente, a compartir artículos como este o novedades de Los Chikos del Maíz. Poco más. Algún rato muerto tal vez mire qué es Trending Topic, pero ya ni me nace. Lo bueno es que me siento mucho mejor, menos irascible y ya pasé el "mono" de las primeras semanas; lo peor es que me genera una sensación de vacío y de vivir en otra realidad.

No, no vengo a decir tópicos absurdos como "apaga la tele, abre tu mente". No estoy aprovechando el tiempo que dedicaba a las redes a una tesis doctoral ni a practicar mindfulness. Ni siquiera me alejé de ellas por la pérdida de tiempo que suponen, sino porque me dolían y notaba que me hacían peor persona. A veces, hay que saber cuándo parar. Pero desde que borré la APP del pajarito azul me siento fuera de todo. Escucho hablar de polémicas o de algún cotilleo en la furgoneta de la banda sin saber a qué se refieren. Intento escribir un artículo o, incluso, una letra y me cuesta el doble. Antes tenía un abanico de posibilidades a golpe de clic. Hablar de la polémica semanal era garantía de difusión y atención, aunque a los pocos ya nadie se acordara del tema.

Ahora podría escribir sobre alguna serie o algún disco que me guste. Hacer una reseña del último libro que leí. Tal vez algún artículo sobre un problema vecinal de mi zona que considere relevante o extrapolable a otros barrios. Hay numerosas opciones, sí. Pero cuando te acostumbras a la droga del retuit y sientes que cada 15 días pasas un examen sobre cuántas entradas tiene tu publicación, es complicado hacer textos sobre temas no virales. Debes buscar la tendencia, aunque no te motive. Escoger la frase que destacar en redes, escoger bien la hora de publicación y confiar que algún o alguna compi con numerosos seguidores comparta tu texto. Debes ser periodista y publicista. 2x1.

Así que aquí estoy. Debatiéndome entre volver al fango o asumir que debo encontrar la inspiración en otros lugares. Pensando si seguir cediendo a lo viral o tirar más hacia lo visceral. Si debo anteponer mi salud mental a mi carrera profesional. Tengo la suerte de que la música paga mis facturas, pero si algún día se dejan de vender entradas y quiero (o debo) meterme de lleno en el periodismo entiendo que deberé asumir ciertas reglas. Habrá que crearse una coraza más grande y forjar una paciencia de hierro. Y relativizar, claro. No somos tan importantes. La información cada vez muere más rápido, así que lo principal es lograr que no nos arrastre con ella.

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