Merienda de medios

Elegía a Corín Tellado

Según hemos sabido en la hora de su muerte, el universo masculino puede dividirse entre los que jamás leyeron a Corín Tellado y los que sí lo hicieron, aunque la de estos últimos, por lo general, fuera una lectura a hurtadillas precedida del robo del ejemplar de la habitación de la hermana. La gran dama de rosa se nos ha muerto, pero no como del rayo, que así se murió Ramón Sijé a quien tanto quería Miguel Hernández. Tenía 82 años y estaba forrada. "Jamás pensó en cruzar la puerta de la Academia. Se conformó en que saliera a recibirla el director del banco", como bien apuntaba José Luis Alvite en El Faro de Vigo.

"Yo, lo confieso, he leído a Corín Tellado", reconocía Ángel Luis Inurria en El Norte de Castilla, quien, al menos, dio utilidad al pasatiempo. "Me ayudó en el desarrollo de mis primeros y futuros acercamientos al sexo opuesto, cuando carecía de experiencia (...). Doy fe de que Corín sabía muy bien dequé escribía".

La confidencia de Inurria quedó eclipsada por la que César Vidal hacía ayer en La Razón. Don Herodoto no ha leído a Corín porque no escribía en sánscrito, pero ha visto Mentiras y gordas, la película de la nueva ministra de Cultura. Nadie se explica semejante desliz en un intelectual de talla XL que sólo salva a Garci de la quema de la Filmoteca Nacional. Leyendo su crítica queda claro que o González Sinde mete sexo más "incitante" en la próxima o que no cuente con él: "Si fuera un extraterrestre y (...) me enseñaran que eso es el sexo, con seguridad abrazaría con entusiasmo la vida de celibato absoluto".

Vidal debiera probar con la Tellado en su versión Ada Miller, seudónimo con el que firmó 26 novelas eróticas, como recuerda Fernando Delgado en Levante. Cuenta el canario que "Rodríguez Ibarra le confesó a Corín que había leído algunas de sus obritas en la mili, pero aclaró en seguida que lo hacían muchos otros soldados". Si se hubiera enterado Hasán de que teníamos un ejército de nenazas invade Ceuta y Melilla.

Entre Simenon y Balzac

De la fallecida llegaron a hablar maravillas Vargas Llosa y Cabrera Infante. A Diego Medrano en El Comercio le recordaba a Simenon y a Balzac, que ya es tener memoria. Lo único evidente es que la factoría Corín hubiera renegado de Goethe, quien se aconsejaba a sí mismo "escribir menos y pensar más". Ha dejado más de 4.000 novelas malísimas. Así, sin pensarlo.

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