Merienda de medios

La partida del muerto

Los psicólogos han observado cuatro tipos de reacción ante el miedo: el ataque, la huida, la paralización y la sumisión. Pero en Azpeitia, que de miedo saben un rato, se estableció este jueves una quinta manera de experimentar el pavor: seguir con la partida a cuatro reyes, que a ocho se juega en España. Lo narra Alfonso Ussía en La Razón: "El juez había ordenado el levantamiento del cadáver y los de la cuadrilla ocuparon, con el sustituto de Ignacio Uría, la mesa de juego. E hicieron lo que todo ciudadano sensible y valiente lleva a cabo cuando acaban de asesinar a un amigo y compañero diario de juego. Barajar las cartas, repartirlas según lo reglamentado y comenzar la partida".

Los musolaris de Azpeitia tenían miedo, que es un mal terrible que puede dejarte sin alma. "El adocenamiento, la incapacidad para rebelarse, el haber somatizado la muerte como un paisaje más, ese querer seguir con la vida normal como si nada hubiera pasado constituyen los síntomas de una pandemia cruel, pavorosa, casi cómplice", sostenía Carlos Herrera en ABC. Y contra el miedo sirven de poco las medicinas. Es a esa sociedad enferma "infectada del virus de la indiferencia por el sufrimiento ajeno" a la que también en ABC retrataba ayer Ignacio Camacho: "A los habitantes de la sórdida Gomorra vasca ya no les conmueve siquiera la caída de uno de los suyos. Y acaso estén muertos como él, pero no lo saben... todavía".

Algo realmente grave ocurre en el País Vasco, "un país lleno de plazas sin ventanas", como describe Santiago González en El Mundo. "Las calles de Azpeitia podían haber sido la plaza de Palermo, si no fuera por el clima". Ambiente de Cosa Nostra, donde apenas un puñado de locos planta cara al tiro en la nuca y donde la inmensa mayoría es sorda, ciega y muda. No veas el órdago y que se saquen una.

Un lector de El País preguntaba ayer cómo luchar contra los que apoyan a los asesinos. "Quiero saber quiénes son, retirarles la palabra, contribuir a que no se enriquezcan. Quiero saber quién soporta con dinero a los terroristas. Quiero saber qué productos fabrican para no comprarlos. No quiero que se mezclen entre la gente como si fueran personas normales". Hay miedo, sí, pero no es el único que lanzaría este envite.

El nivel de la dignidad

"Sólo espero que la cuadrilla que se encuentre en el más allá tenga más dignidad, humanidad, escrúpulos y moral que sus antiguos colegas de cartas", deseaba ayer para Uría el eurodiputado Carlos Iturgaiz en El Mundo. Ya Chillida, el escultor del hierro, pedía que el nivel de la dignidad siempre estuviera por encima del nivel del miedo, sin reparar en que algunos espíritus se forjan con materiales mucho menos nobles.

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