Merienda de medios

¿Qué hacemos con Tardà?

Está claro que el "primario" Tardà no es George Clooney. Es posible que tenga "aspecto de portero de discoteca de medio pelo de Bagdad" (Alfonso Ussía), que sea un "asilvestrado" al que le parezca muy divertido "ser Shreck" (El País) o que haya pasado en menos de cinco años de "bruto anónimo a bruto en portada" (David Gistau). Pero de lo que se trata no es de demostrar que el de Esquerra es más feo que un frigorífico por detrás, sino establecer si "el gran oso del hemiciclo" (uno tampoco está libre de pecado) puede gritar "morí el Borbó" sin que pase nada o, por el contrario, su presunta metáfora lleve aparejada penitencia, ya sea la pérdida del escaño, los grilletes o el destierro al Ampurdán, justo ahora que es temporada de 'calçots'.

Lo primero, como mantiene Ussía en La Razón, es averiguar quién es el tal "Borbó" ya que, como bien dice, Tardà no es Tardán en La Cibeles, del mismo modo que Anson no es Ansó en la Diagonal. "Si es Borbón, y se deduce que el rey es el que tiene que morir para que Tardán se ponga cachondo, además del fiscal tendría que intervenir Zapatero y cortar por lo sano con unos socios independentistas, que además de odiar a España piden a gritos la muerte del Rey", concluye.

El dilema de la "ene" está ya resuelto en El Mundo, que ve además "la disposición de los socialistas catalanes a tragar con todo tipo de abusos (...) con tal de mantenerse en el Gobierno". Ramírez, además, ni olvida ni perdona: "Entró en mi domicilio el compinche de Tardà, arrollando, causando lesiones a la gente de seguridad, profiriendo insultos soeces, amenazándonos, y luego el Tribunal Supremo dice que sólo es una falta y no un delito", rumiaba ayer en la Cope. Se le notaba dolido al conde-duque de Logroño al evocar el asalto a la piscina en suelo público que posee, la batalla naval más importante acaecida desde Trafalgar.

El propio Ignacio Camacho recordaba ayer en ABC este episodio hídrico nacional antes de esbozar una ecuación tan compleja o más que el teorema de Fermat: "A más autogobierno, menos calidad política", afirmaba como demostración matemática de la "degradación intelectual" de la dirigencia pública, en general, y de la catalana, en particular. ¿Qué hacer entonces? ¿Buscar la regeneración en el centralismo?

Fin al juego sucio

Quizás baste con algo más sencillo. "¿Sería mucho pedir a quienes han entendido que estar en las instituciones del Estado es útil para sus intereses, que acaben con esos juegos tan sucios de estar o no estar? ¿Convendría que quien ha elegido trabajar dentro del Estado –lo es el Congreso y lo es la Generalitat– se comporte como una persona respetable?", se preguntaba ayer El País. Pues convendría, qué duda cabe.

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