Merienda de medios

Los antisistema y la crisis

A los defensores del establishment, ya sean ricos con corbata, ricos casual –arreglados pero informales–, pobres de solemnidad o "pobres de corbata", que comen caliente en Caritas y pertenecen, según Raúl del Pozo, a una generación pasiva, apolítica y con sobrepeso", los conocemos bien y no se nos despintan. Pero, ¿y a los antisistema? ¿Llevan casco y máscara de gas como afirma La Razón o forro polar con capucha para ir más abrigaditos como los dibuja el ABC? ¿Se encuentra el teléfono móvil en su equipo como sostiene el diario de Marhuenda, o les distinguiremos por sus "insignias alegóricas a la protesta o manifestación", tal y como desvela el de Expósito?

Tampoco tenemos claro si la exportación a Madrid y Barcelona –también a Londres, Berlín y París– de los disturbios que están asolando Grecia tras el asesinato de un joven a manos de la Policía es consecuencia de estos hechos, o si "es absurdo tratar de señalar nexos" por más que "los radicales portaban pancartas de solidaridad con Grecia", como reconoce el menguante periódico de Ramírez, según el último EGM.

"Buscar en el aumento del desempleo entre los jóvenes europeos o la incomprensión de la clase política hacia estos sectores la raíz de un vandalismo inaceptable sólo ayuda a legitimar la violencia", proclama el editorial de La Razón. Ahora bien, ¿lo explicará en un futuro inmediato? Fernando Ónega así lo cree: "Si el paro sigue creciendo al ritmo actual y durante un período de varios años (...) será inevitable que esos focos se agranden y terminen por provocar conatos de revuelta social", escribe en La Voz de Galicia.

En La Nación, Pedro Juan Viladrich lanza un aserto de insondable profundidad: "Donde todavía no hay un sistema social, político y económico que sustente un desarrollo, no hay violencia juvenil antisistema". Es decir, que sin sistema no hay antisistemas. Pedro Juan, que es un hacha del razonamiento deductivo, advierte una conspiración en la que participarían "algunos poderes (...) muy interesados en desesperar a nuestra juventud y radicalizarla como infantería de sus odios políticos y codicias económicas". La solución: que lo investigue Rubalcaba porque "para eso es ministro del Interior".

El muro de las emociones

La rebelión griega tiene notas románticas para Gabriel Albiac, que fue maoísta y ahora cobra de Losantos y Marhuenda. Albiac revive en La Razón su viaje al Peloponeso, donde fue "buscando la polis matemática de Platón" y se encontró con los atascos de Atenas. "En un mundo irrespirable", los jóvenes helenos le caen simpáticos. "Los veo estrellarse contra un muro (...). Sé que están condenados a fracasar. Como todos. ¿Por qué demonios me conmueven tanto?".

Más Noticias