Merienda de medios

A los ricos se les cae la pirámide

El cuento ha cambiado un poco pero, se crea o no, Madoff, el estafador con cara de abuelito adorable que se ha pulido 50.000 millones de dólares, es el Robin Hood del poscapitalismo. Bernie robaba a los ricos para dárselo a otros ricos, con la esperanza de que siempre hubiera nuevos ricos a los que robar. La moraleja es que los ricos son finitos y además bastante lelos. Es comprensible que al resto nos haya dado la risa floja.

Una de las que, por fuerza, se ha tronchado es Edurne Uriarte, que nos abría su corazón en ABC para reconocer que ella también quiso duros a cuatro pesetas y le dieron gato por liebre: "En mi experiencia de estafada, que la tengo, casi tan malo como el dinero estafado es que te llamen idiota", aseguraba. A Uriarte le parece de "justicia poética" que "los más listos y ricos del mundo" sean igual de "imbéciles". El mal de muchos siempre fue un consuelo para algunos.

De estos casos siempre se desprenden enseñanzas. Lo explicaba ayer José Miguel Andrés Torrecilla en Capital, la tertulia de Radio Intereconomía: "¿Cómo se ha conseguido este volumen de fraude sin haberse identificado? Se tendrá que conocer porque es muy importante para aprender y rectificar los procedimientos de control de los organismos supervisores". ¿Que quién es el tal Torrecilla? Pues el presidente de Ernst & Young España, la auditora que no detectó ninguna anomalía en las cuentas de 2007 de Martinsa-Fadesa, hoy en suspensión de pagos. Un cachondo este Torrecilla.

Entre los estafados por el abuelito Bernie figuran clientes del Santander y otras entidades relevantes, que ahora, según cuenta González Urbaneja en Estrella Digital, tendrán que "explicar a sus clientes cómo les metieron en ese desastre. ¿No verifican la calidad de los fondos que recomiendan? ¿No son tan diligentes para detectar que algo huele a podrido?".

Botín estará mal del olfato pero, a diferencia de lo que pasó con Banif y Lehman Brothers, donde algunos malpensados intuyeron que Ramírez tenía los ahorros ganados con el sudor de su pluma, el banco no se hará cargo de esas pérdidas, ni El Mundo lo pedirá "porque los contratos que firmaban sus clientes especificaban que se trataba de operaciones de alto riesgo en las que el Santander actuaba como mero broker". ¿Se entiende, verdad?

La serenata de José María

Al que no lo entienda siempre le quedará Carrascal, y sus revelaciones en ABC acerca de los dos pilares de la condición humana que han hecho posible este fraude colosal: "La codicia –nadie quiere ganar menos si puede ganar más– y la soberbia –cuando se miente o se estafa, hay que hacerlo a lo grande, pues resulta más creíble que lo pequeño–". ¡Qué bonitas son siempre las serenatas de José María!

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