Merienda de medios

Cómo perpetrar una columna

"Para hacer mi artículo yo me encierro por las tardes en un cuarto con un poco de papel como –para hacer otra cosa– pudiera encerrarme en otro cuarto, con otro poco de papel. Allí comienzo a hacer esfuerzos y el artículo sale". Según Julio Camba, ésta era la única manera que conocía para escribir sus columnas. Un siglo después el método sigue siendo útil, salvo para escribir tonterías sobre uno mismo o de allegados directos. Si se percibe el tufo a onanismo, no hay duda: el opinador se ha equivocado de cuarto.

Algo parecido tuvo que pasarle el día antes de Nochebuena a Sánchez Dragó. Muerto, enterrado y glorificado su minino Soseki, nuestro místico favorito se empeñó en contarnos en El Mundo que tiene el jamón aborrecido y que, de ahora en adelante, tratará de apartar de sí ese veteado cáliz. "Yo soy politeísta: me gustan las ostras y el caviar o la tortilla de patatas y el pan con aceite de oliva tanto, por lo menos, como me gustaba el jamón de pezuña oscura hasta que los patriotas del Jabugo y cierra España decidieron metérmelo por los hocicos a todas horas y en todas partes".

La reciente aversión por el ibérico de Dragó debió resbalar a los lectores tanto como el tapeo que Elvira Lindo relataba en El País de este pasado domingo, pieza imprescindible que sus compañeros en huelga leerían con delectación. La Lindo necesitaba irse de cañas "para rebajarme el nivel de ácido fólico que tengo en la sangre de tanto langostino (que se me están saliendo lo ojos de las órbitas como a El Cigala), y para desintoxicarme un poco de tanta felicidad familiar". Y ocurrió que la zafiedad que destilaban las mesas de al lado le amargaron la Heineken. ¿Hay derecho a esto?

Lo de María José Navarro es más habitual. Perpetra habitualmente una columna en La Razón que, con toda ídem, se llama Insensateces. El 23 de diciembre se superó a sí misma escribiendo de la rodilla de la madre que la parió, tema que, por cierto, ya había frecuentado en anteriores ocasiones. "Creo que ya he contado alguna vez que mi madre es un cocinera lamentable, amante, no obstante, de la morcilla de arroz, admiradora de la leche frita y fiel seguidora de las patatas bravas". La madre de esta señora tiene el estómago de hierro.

Tiempos para la lírica

Más vomitiva todavía resulta la lírica en primera persona. Ese mismo día, el ABC dio espacio a Saénz de Miera para que explicara cómo nevaba en Cercedilla. Le vimos mirar "tras la ventana el prado y los montes nevados" y padecimos con él su angustia de no saber "si mañana podremos volver a Madrid". Y el día de Navidad escuchamos crepitar en La Vanguardia el fuego de Baltasar Porcel. "Separo brasa y asaré setas, sabrosamente olorosas a musgo", nos decía. En efecto, esto huele.

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