Modos y Modas

El síndrome Saramago

WIKI ON THE ROCKS // ALBERTO OLMOS

José Saramago, aparte de escribir novelas y sentir el mundo en la corbata, dice cosas muy jugosas en sus entrevistas. En una comentó que, a pesar de que cada día estamos más comunicados (por Internet y los móviles y los juguetes sexuales), en realidad nos sentimos mucho más solos que antes.

Es una pena que ya le hubieran enmarcado el nombre en Suecia, porque semejante derrame de lucidez bien se merecía la multiplicación de su cara en un montón de sellos de cinco céntimos.

La soledad ha entrado en declive: de ahí el síndrome de Saramago. Sucede que antes la gente estaba sola con convicción y, sobre todo, con garantías. Podía poner su sangre del revés de tanto pensarla, y jugar al ajedrez desde los dos lados del tablero. Ahora, sin embargo, a la soledad le ha salido un apuntador; uno múltiple, de hecho, y a cada rato llega un sms o un mail que dialoga con tu aislamiento.

Nunca hemos sabido estar solos, pero en estos momentos lo que no sabemos es cuándo vamos a dejar de estarlo. La condición epifánica de los mensajes que se nos dirigen nos ahueca la soledad, nos la despista: ya no las tiene todas consigo, como cuando era un puñado de horas ahorcadas a nuestra garganta.

Estar solo se ha puesto difícil, porque además de que no queremos estar solos, tenemos la esperanza de que mucha gente tampoco quiera que lo estemos. La soledad ya no es un animal que se mira al espejo, sino un perro que oye ruidos a su espalda.

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