Modos y Modas

Andando

EL OJO DE LA MOSCA// JULIÁN HERNÁNDEZ

Llora el teléfono, cantaba Doménico Modugno. Babea el teléfono, pintaba Dalí. Tanta secreción del mayor instrumento de tortura inventado por el ser humano (tras la batería de un grupo de rock) sólo es comprensible porque el chisme es una prolongación del cuerpo. Los hay fijos, los hay móviles, los hay de todos los colores. Son teléfonos, y la telefonía se demuestra andando. Toda conversación a través del dichoso aparatito consiste en pasear. El cable de teléfono, ese que se enredaba entre los dedos, daba un margen limitado de movimientos a los hablantes. El móvil y el inalámbrico dependen de la cobertura y del alcance. ¿Cuántos kilómetros andamos al año hablando por teléfono? Para que luego digan que la tecnología nos convierte en seres sedentarios...

A mayor intensidad y/o duración de la conversación, mayor caminata. La calle, los aeropuertos, las puertas de los hospitales, el pasillo de casa: todos ellos (y bastantes más) son los circuitos interminables que recorren, a zancadas o pasito a pasito, los usuarios. Desgastamos suelas y suelos mientras hablamos de lo trascendente y lo intrascendente; gastamos nuestros sueldos en conversaciones vanas y banales; aumentamos los beneficios de las compañías telefónicas a cada paso que damos. ¿Qué fue de las cabinas que nos obligaban a permanecer inmóviles? Que se lo pregunten a José Luis López Vázquez. Y que tiemblen los gimnasios, que tenemos ejercicio para rato.

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