Modos y Modas

Mamma Meryl

AGUAS HELADAS// LORENZO SILVA

Lo confieso: siempre he odiado a Meryl Streep. No me jacto de ello, sé que el odio es un sentimiento que degrada y desacredita a quien lo alberga, sin que por lo común quepa considerarlo un desdoro para quien es objeto de él. Pero el caso es que nunca la soporté, a Meryl. Me hizo dormirme como un tronco en Memorias de África y Los puentes de Madison (básicamente, no podía entender que nadie se enamorase de ella, por lo que ninguna de las dos pudo resultarme creíble), me chafó en parte El cazador y logró ponerme de los nervios en La decisión de Sophie. Pero nunca es tarde para encontrar el camino de Damasco. El fin de semana pasado caí rendido a sus pies. Ahora que ya no es joven y se ha librado de la brutal competencia a que Hollywood somete a las tiernas cervatillas que corretean por sus bosques, se ha convertido en una estrella inapelable, arrolladora, deslumbrante. Si no has ido a verla en Mamma mia, desocupado lector, no lo demores más. El arranque de la película resulta algo inquietante, casi cursi, y al espectador que acude al cine con suspicacia le hace temer el cumplimiento de sus peores presagios. Pero los cien minutos largos de emoción y diversión que siguen son, con El caballero oscuro, el mayor espectáculo que nos ha deparado este 2008 ese séptimo arte que muchos creíamos en coma. Y en cuanto a Meryl, sencillamente, se sale. Ríe, llora, canta, baila, salta. Un torrente de vida que la redime y te redime. Un gusto. Palabra.  

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