Modos y Modas

El deseo y la melena

¿VENTANA O PASILLO?// ISABEL REPISO

El pelo es sensual. Quiero decir, el pelo sensual. En concreto, pienso en la melena de Christina Rosenvinge. Por supuesto, no todos los pelos lo son. Pero así, de repente, puede ser un buen verso para una canción, quién sabe si suya o mía. Lo decido: la melena es sensual. Más que nunca en otoño, cuando la tendencia es que todo caiga: cae la vegetación, cae el IBEX 35, cae la lluvia. Sube, por supuesto, Obama; pero él carece de melena.

Decía, la melena es sensual. Sobre todo en época de vientos, cuando aquello vuela en todas erecciones; esto es, en todas direcciones menos hacia abajo. Una se da cuenta porque camina cabizbaja y tiene una sombra que parece la princesa impedida de los caballeros del Zodiaco. Sin túnica, claro, pero con abrigo. No todo va a ser épico y total.

El caso es que la melena se compone de pelos y los pelos aglutinan todo tipo de fluidos (se me ocurren saliva, crema, sangre) y esta capacidad de almacenamiento los convierte en un archivo temporal de tu identidad más reciente. Después de este rollo, empiezo a creer que los pelos son excitantes. ¡Quién lo diría! Nunca hubiera pensado en el poder excitante de un pelo sin Christina. Imagino que le debo unas cañas y que nos las tomamos. Ella es maja y mueve su melena.

Una vez convencida del poder hipnotizador del pelo estoy tentada de ir recogiéndolos y montar una instalación. Todo es empezar, también en el mundo del arte. Entonces podría decir que el pelo es público. Y púbico.

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