Cabeza de ratón

Huérfanos

"Esto no tiene vuelta atrás, esto es cruzar el Rubicón". Más que a despedida las palabras de Esperanza Aguirre sonaban a declaración de guerra. Cuando Julio César tomó la decisión de cruzar este río fronterizo sabía que estaba desafiando el poder de Roma y que con su gesto iniciaría una guerra civil contra la república, no fue una retirada sino una provocación. En boca de Aguirre la expresión reafirma su talante belicoso aunque su significado debería entenderse como "tomar una decisión importante afrontando un riesgo", definición de diccionario. Esperanza se retira a sus cuarteles de invierno y deja, según sus palabras, la primera línea de la política para reingresar en ese cuerpo de funcionarios a los que tanto denigró y rebajó durante su mandato. ¿Saldrá a la calle ahora con sus compañeros para protestar contra los recortes que ella y sus correligionarios impusieron? Podría parecer descabellado pero Esperanza Aguirre es experta en desmelenamientos y ha utilizado su indudable talante histriónico para copar titulares y asomarse a las primeras páginas de la actualidad, fiel al sabio principio que afirma: Que hablen de ti aunque sea bien.

Durante casi una década como cronista de Madrid en prensa y radio he obedecido, muchas veces contra mi voluntad, los dictados mediáticos de la presidenta que con un par de frases acaparaba la atención pública de la semana lanzando venablos y tendiendo cortinas de humo, que  a veces ocultaban asuntos primordiales, desviando los focos de los rincones oscuros. El caso Gürtel o los juegos de espías y contraespías de gestapos y gestapillas que se producían a su alrededor y bajo su manto protector apenas llegaron a rozar su aura impoluta. Medusa furiosa, ella misma se ocupaba de descabezar las sierpes que alborotaban en su cabeza casi sin despeinarse pero podando y mutilando su propio aparato, apartando de su lado a los que se habían dejado atrapar con las manos en la masa. Nunca fue muy creíble su desconocimiento de las tramas que medraban en su entorno. Su presunta ignorancia solo podía significar dos cosas, que era una mala cocinera si no sabía lo que se cocía en sus propios pucheros y si lo sabía y callaba una hipócrita redomada, lo que en política no es necesariamente vicio si no virtud emblemática.

Furibunda y contradictoria neoliberal Esperanza Aguirre, que se encargó de desmantelar con insania el sector público con especial incidencia en los sectores de la sanidad y de la educación, no tiene reparos en volver a mamar de la ubre del estado que ha tratado de liquidar. No sé si su puesto como funcionaria de turismo será una mamandurria (sueldo que se recibe sin merecerlo) de las que ella denunciaba o un trabajo de ocho horas diarias y de lunes a viernes que, por otra parte entorpecería gravemente sus anunciados deseos de llevar una vida más tranquila rodeada de los suyos. Resulta difícil imaginarse a la hiperactiva presidenta, mano sobre mano o haciendo labores de punto, más difícil aún con la boca cerrada sin opinar sobre el transcurso de la política.

Su defección ha dejado en orfandad a los suyos, la consejera Figar no pudo contener el llanto y sus leales se sienten tristes y desprotegidos bajo la ominosa tutela del número dos, Ignacio González, proclamado antimarianista que hoy tendría que agradecerle a Rajoy haber vetado su candidatura para la presidencia de la extinta Cajamadrid, tumba política de Rodrigo Rato. González, oscuro y turbio personaje, ya manejaba los hilos de la Comunidad detrás del telón mientras la exlideresa exhibía sus dotes comunicativas en el escenario. Sin su cobertura, expuesto ante los focos su labor se antoja ardua y escarpada.

Aunque me avergüence confesarlo, yo también me he sentido algo huérfano, no de madre como sus afligidos pupilos, sino de madrastra, llámenlo complejo de Cenicienta pero la madrastra siempre me pareció un personaje mucho más interesante y complejo que la boba de su hijastra y por supuesto de 101 dálmatas me quedo con Cruella de Ville. Mi sentimiento de orfandad al vez sea un brote, espero que leve, de síndrome de Estocolmo.

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