Cabeza de ratón

Con Dios en Las Vegas

Dios juega a los dados y probablemente también a la ruleta y al black jack. Dios está en todas partes pero aquél día de 1991 decidió darse una vuelta por Las Vegas, ciudad del pecado, territorio ajeno, dominio de Satanás. Dios iba de incógnito, si le hubieran reconocido no le hubieran dejado entrar en ningún casino por su facilidad para contar cartas o adivinar en que casilla va a caer la bolita. Dios no estaba en Las Vegas por casualidad, Dios es la negación de la casualidad, ni por curiosidad, ya se lo sabe todo. Dios estaba allí para encontrarse con un político español que visitaba Las Vegas invitado por el departamento de Estado de los Estados Unidos.

Dicen que la CIA pudo haber actuado como intermediaria en la entrevista, pero el político español, Jorge Fernández Díaz, hoy ministro del Interior, por la gracia de Dios y de Rajoy, no da muchos detalles sobre el momento en el que Dios le salió al encuentro para devolverle a su redil. Católico no practicante y tibio, el político Fernández iniciaría el camino de su conversión. Los caminos del Señor son tan inescrutables como sus designios pero si te ha puesto la vista encima, cualquier resistencia es inútil. La conversión de Fernández Díaz tardó unos años en completarse, fue más al estilo de San Agustín que de San Pablo, confirma el converso, no se cayó del caballo y no estaba en el camino de Damasco sino en las calles de Babilonia en misión diplomática.

Ante la falta de datos sobre aquél divino coloquio nos atendremos a la comparación con las memorias de su modelo San Agustín: "Cuando llegué a Cartago a mi alrededor bullía un caldero de amores ilícitos...Me contaminé el agua primaveral de la amistad con la suciedad de la concupiscencia" (Estas frases de las Confesiones del santo de Hipona, las recojo de un excelente artículo que Miquel Noguer escribió en El País glosando la conversión de Fernández). No sabemos hasta que punto había llegado la concupiscencia del converso pero su rendición incondicional ante la presión divina se produjo en 1997 y desde aquél año el político Fernández empezó a tomarse la política como "apostolado, santificación y servicio a los demás" haciendo de las tribunas púlpitos y de los púlpìtos tribunas desde las que arremeter por ejemplo contra las concupiscencias que ampara el matrimonio homosexual que "no garantiza la pervivencia de la especie.

El tomarse la política como un apostolado produce este tipo de desviaciones. La pervivencia de la especie humana está garantizada hasta el hartazgo, la especie humana no está en riesgo de extinción sino afectada por una superpoblación galopante. El hecho de que curas y monjas no suelan procrear por el celibato impuesto jamás ha resultado preocupante para la continuidad del género humano, pero la castidad forzosa es una perversión que puede conducir a la pederastia. Doctores tiene la Iglesia que podrían y deberían corroborar la hipótesis.

La homofobia del converso Fernández choca con la ley que autoriza los matrimonios homosexuales, normativa apoyada por el gobierno al que pertenece y que le ha desautorizado. Fernández está en contra de la Constitución , en contra de su partido y en contra del gobierno al que pertenece pero Dios está de su parte como confirmarían, si su forzoso secretismo no se lo impidiera, instituciones tan relevantes como el Opus Dei y la CIA. Se supone que las relaciones del ministro con sus anfitriones estadounidenses de Las Vegas son excelentes, deberían serlo aunque solo fuera por las obligaciones de su cargo. Sus relaciones con la divinidad son excelentísimas y las cultiva con la misa diaria, el rezo diario del rosario con su letanía correspondiente y sesiones diarias de lecturas piadosas. El resto de su tiempo lo utiliza para ocuparse de los mundanales asuntos de su ministerio cuando no está participando en foros piadosos y coloquios celestiales.

Si todo marcha según lo previsto, dentro de unos años el político Fernández, podrá reencontrarse con su dios más cerca de casa, en Las Vegas de Alcorcón entre el bullicioso caldo de la concupiscencia y la ludopatía. El dios de los casinos de Adelson es la irascible deidad del Antiguo Testamento, el dios padre que debe tener muy mal perder si es que alguna vez se lo permite. Dios juega a los dados y quizás hace trampas para entretenerse y desmentirse. Los dioses pueden ser veleidosos pero el dios de Fernández es un dios cumplidor que frecuenta a menudo el edificio de la Carrera de San Jerónimo. "Dios está muy presente en el Congreso", declaró el converso a una revista ultracatólica. Si es así debe aburrirse una enormidad y tal vez caiga en la tentación de jugar a "Apalabrados" o rellenar un "sudoku" durante las sesiones.

En el último debate sobre el estado de la nación dicen que resonó en la bóveda del hemiciclo un descomunal bostezo de prolongados ecos. Claro que también hay quien dice que últimamente se escuchan risas cavernosas y sarcásticas de origen desconocido en ciertos foros políticos, misteriosas psicofonías que acompañan los relatos de la Cospedal y la Mato, del Floriano y del Montoro que está hecho un diablillo. Habrá que preguntarle a Fernández.

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