Cabeza de ratón

Nos queda la Esperanza

La condesa descalza vuelve a pisar con garbo el ruedo político. Después de una temporada de ver los toros desde la barrera parece dispuesta a lidiar ese morlaco que tiene sobrecogidos y sobrepasados a sus correligionarios, dando tumbos, dispersos y desorientados  con las vergüenzas al a aire y el ánimo encogido. No ha venido a echarles un capote para aliviar sus cuitas, ha desenvainado el estoque y acomete sin tregua. Los rivales están en el partido contrario, los enemigos en el propio, y para despejar el campo no hay que andarse con muchos remilgos. Se fue antes de que la echaran y vuelve cuando nadie la ha llamado para alzarse como la gran esperanza blanca de un partido desesperanzado, abriendo un nuevo frente, una vía de agua en  el  agujereado casco de la nave popular, no ha venido a achicar sino a colaborar en el desguace y hacerse cargo de los restos del naufragio. No viene a regenerar el degenerado partido, viene a hundirlo definitivamente, caiga quien caiga y sálvese el que pueda. La condesa descalza, la lideresa indómita, la reina de los piratas quiere ser la reina tuerta en el país de los ciegos y para conseguirlo prescindirá si es preciso de su ojito derecho, Ignacio González que sin su tutela anda desmandado y a la defensiva viendo como la jefa se aleja para  pescar en otras aguas, en el río revuelto, en el mar de Génova, mar de las tormentas, golfo de golfos.

Empantanada en el Gürtel, que en Madrid desplegó sus primeros tentáculos, e implicada en turbios asuntos de espionaje, Esperanza Aguirre siempre tuvo la lengua suelta y el cuerpo ágil para escurrir el bulto. Ella se ufana de haber sido la primera en denunciar la corrupción y defenestrar a sus hijos más corruptos cuando sus manejos quedaron al descubierto. Sepúlveda, "El Albondiguilla", Martín Vasco... eran unos hijos de puta pero eran sus hijos de puta, amamantados con sus mamandurrias, que ni siquiera una vez cautivos y encausados se rebelaron contra ella. Ignacio González "El Oscuro" fue su escudo su mamporrero y su heredero, herencia suculenta pero amarga, legado envenenado que le expuso por primera vez como el máximo responsable de los desaguisados sin que su benéfica sombra le cubriese. La oscuridad era su territorio, su dominio, expuesto al sol, aunque sea en su ático de Marbella, el gran factótum compite en impopularidad con la alcaldesa Ana Botella en esta corte de los milagros. Van saliendo a la luz sus  maniobras en la oscuridad, los desganados espías, los sicarios que presuntamente llegaron a amenazar al hoy baqueteado exguardián de los tesoros Alvaro Lapuerta, permanecen callados pero el murmullo se va tornando en clamor, a través de las grietas del entramado emergen estos fantasmas del pasado pero Esperanza no está allí para conjurarlos en esta hora de tribulación. La privatización de la Sanidad Pública madrileña, la gran causa de Aguirre, está en el alero de los tribunales, Ignacio González es un títere al que le han cortado los hilos y se mantiene erguido por inercia, porque Esperanza no está allí para guiarle, ni está ni se la espera, Esperanza peregrina de la Puerta del Sol a Génova y luego a La Moncloa.

¿Qué dice a todo esto el pueblo soberano?. ¿Siguen creyendo que Esperanza quedó limpia de polvo y paja tras revolcarse en todos los lodazales posibles? ¿A quién le importa?. El pueblo soberano dice muchas cosas pero no tiene nada que decir que sea relevante porque la partida no se juega en las urnas, no se solventará en unos lejanos comicios. Al pueblo presuntamente soberano no se le consulta y no se le escucha cuando se dirimen cuestiones que atañen solo a los militantes , a  los que tampoco se les consulta porque la democracia interna en el partido es  nula, allí mandan los que mandan y el resto son unos mandaos. Pero cuando el pueblo hable pasará factura y tras la más que previsible sangría de votos, solo podrán decir tal vez: Más perdió el PSOE. Cuando la calle hable ellos se irán a la puta calle pero mientras tanto, como el Tenorio, se dan al flaco consuelo de decir aquello de "Para largo lo fiáis".

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