Cabeza de ratón

Un día como hoy

El 18 de Julio es una fecha señalada en el calendario de la desmemoria. Si fuera cierto que un pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla estaríamos condenados a revivir  nuestra gran tragedia nacional en esta tierra de caínes irredentos, pero hoy los golpes y las guerras se libran de otra manera, la política es la continuación de la guerra por otros medios, menos cruentos solo en apariencia. Definitivamente cautivos y desarmados, los ciudadanos viven bajo el peso de una tiranía enmascarada por formas democráticas, no caen bombas, llueven deudas, impuestos, embargos y desahucios, es una muerte lenta, una agonía anunciada desde Bruselas o Berlín, somos rehenes, desacreditados y sin créditos en manos de unos guardianes torpes que ni siquiera saben cumplir las órdenes del alto mando aliado. El paro y el desamparo crecen sobre un territorio calcinado por la corrupción y la incompetencia y cada vez son menos los que se dejan llevar por el síndrome de Estocolmo. Para evaluar hasta qué punto llega la desconsideración y la desconfianza de los españoles hacia sus instituciones no hay más que echar una ojeada a las encuestas y los barómetros que evalúan la opinión general sobre la labor de nuestros políticos, los que gobiernan y los que podrían hacerlo. El ministro de Educación es el último de la clase y debería perder su beca, el suspenso es general y , suspendidos en nuestra remendada burbuja, notamos que se nos acaba el aire. La recesión se ha de acabar por decreto, el día que decidan Guindos y los suyos en darla por finalizada a despecho de los índices, las advertencias, incluso de las amenazas exteriores, internas y mediopensionistas.

Así se construye nuestra realidad virtual, palabras, palabras, palabras en el aire, que oímos pero no escuchamos porque sabemos que sus mantras y sus salmodias son supercherías atadas al hilo de su conveniencia. La otra realidad es la que nos salta a la cara todos los días, la letra pequeña de la calle de todos y de la gente del común. "Estos Fabio ¡Ay dolor! Que ves ahora/ campo de soledad, mustio collado/ fueron en tiempo Itálica famosa". Recito  en voz baja los versos de la célebre elegía mientras deambulo por las callejuelas de mi barrio. Nadie me toma por loco porque casi todos los viandantes circulan conectados a sus auriculares o a sus teléfonos móviles, ellos también prefieren la realidad virtual y fingen ignorar lo que pasa a nuestro alrededor. Hoy debo tener un mal día porque mis ojos reparan durante mi paseo en los múltiples rótulos de Se vende y se alquila. Gran liquidación final por cese de existencias. Los pequeños comercios que antes por estas fechas colgaban el cartel de "Cerrado por vacaciones" hoy solo ponen "cerrado", cerrado para no volver a abrirse nunca más, los peces grandes de los centros comerciales se comen, más voraces que nunca, a los peces pequeños en sus pequeñas peceras, con la gozosa connivencia de los bancos que han cerrado los grifos del crédito cuando más falta hacía. Recuerdo (y creo que me repito) aquél axioma de la Ley de Murphy: "Un banco es un lugar en el que prestan un paraguas cuando hace sol y te lo quitan cuando llueve".

Definitivamente tengo un mal día, cada dieciocho de julio es un mal día en mi calendario. Pero hoy esta plaza en la que me detengo parece una isla en el mar de las tormentas, un archipiélago de terrazas a rebosar, parques infantiles y chavales que juegan a la pelota y que constituyen el único peligro a la vista: un balonazo barre los vasos y las botellas de una mesa y escupe sobre los clientes cervezas y refrescos, y todos ríen, sobre todo el padre de la criatura balompédica. Siento deseos de ponerme a predicar en el bullicio de la plaza como un Jeremías de barrio, como un profeta de mal agüero, pero me contengo para no alterar ni escandalizar a los escandalosos niños que aún no sabe la que se les viene encima y viven felices. Hago rodar mi rueda de molino y me voy...

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