Cabeza de ratón

Crónicas del Sanedrín

Rouco Varela tenía los días contados, la llegada de un papa jesuita, argentino y "peronista", proclamaba la necesidad que tenía la iglesia romana de un blanqueo de imagen, de un lavado de cara que recuperara la popularidad de la católica empresa que caía en picado y en pecado. La soberbia, primero y principal de los pecados capitales, ha sido también uno de los capitales pecados de la Iglesia de Roma, y Rouco al frente del sanedrín episcopal español incurría en este vicio, consuetudinario en su gremio.

Rouco Varela ha sido un Caifás intolerante, un fariseo, un inquisidor, poseedor de la verdad absoluta, pastor severo que, en vez de atraer a su redil a los corderos perdidos, se ocupaba de convertir a los borregos más sumisos en soldados de Cristo, de un Cristo digno hijo de su padre que fue Dios de las Batallas, las maldiciones y las masacres. Rouco era (y es) un hombre del Antiguo Testamento en el que ni la paz ni la caridad apenas tienen cabida, ojo por ojo, diente por diente, iglesia militante y cruzada. El papa Francisco busca precisamente alejarse de esa grey batalladora que solo convence a los ya convencidos, espanta a los tibios y expulsa a los disidentes.

Cuando los partidos políticos entran en barrena lo primero (y generalmente lo único) que hacen es cambiar la imagen y dejar intactos los contenidos, o los vacíos, en los que se sustentan. El papa Francisco no es precisamente un revolucionario, hasta ahora ha sido más un hombre de gestos que de actos, un papa mediático cuyos fines aún se desconocen. El Espíritu Santo, que es el diplomático de la Trinidad ha inspirado este cambio de imágenes y estrategias, y Rouco y los suyos han ido demasiado lejos como para cambiar el rumbo sin infundir sospechas. Los dogmas de la Iglesia no han variado ni un ápice, la Iglesia sigue condenando el aborto, la homosexualidad, incluso los condones, pero sin incidir tanto en las condenas públicas y adoptando un talante más amable y menos condenatorio.

Ricardo Blázquez, obispo de Valladolid y nuevo presidente de la Conferencia Episcopal es partidario de la amabilidad y huye de las confrontaciones innecesarias. Preguntado por sus diferencias con Rouco, el nuevo pastor ha respondido con una frase de Buffon, que no fue precisamente un teólogo sino un naturalista francés: "El hombre es el estilo". El estilo Rouco pasó de moda y él se pasó de rosca. El papa Francisco dio el primer aviso aconsejando que sus pastores no incidieran tanto en temas venéreos. Los casos de pederastia podían haber servido a la curia española para dejar de dar lecciones sobre moral sexual durante un tiempo pero ese suele ser el hobby favorito de buena parte del episcopado español, de Granada a Alcalá de Henares o Castellón, no lo pueden dejar y se irán al sepulcro blanqueado maldiciendo a los réprobos y excomulgando a los díscolos.

He mencionado Castellón por aquél obispo de esa diócesis que dijo que los condones eran como bozales. Tan peregrina opinión mereció hace una década una canción cuyo texto formó parte de mi colección de canciones desechables, de usar y tirar como los condones.  Decía así:

"Si el condón es un bozal

Como dijo Su Eminencia

Que la Santa Providencia

Le ponga a usted uno igual

No hubiera usted dicho tal

De llevar un bozal puesto

O si un condón, por supuesto

Hubiera usao su papá

Obispo de Castellón

Unos pican y otros no"

Fin de la cita.

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